Todo monumento histórico es también un monumento artístico, pues incluso un monumento artístico tan insignificante como, por ejemplo, una hojita de papel con una breve nota intrascendente, además de su valor histórico sobre la evolución de la fabricación del papel, la escritura, los materiales para escribir, etcétera, contiene toda una serie de elementos artísticos como la forma externa de la hojita, la forma de las letras y el modo agruparlas. Ciertamente, son estos elementos tan insignificantes que en miles de casos prescindiremos de ellos porque poseemos suficientes monumentos que nos transmiten prácticamente lo mismo de un modo más rico y detallado. Pero si esta hojita fuese el único testimonio conservado de la creación de su época, a pesar de su precariedad habríamos de considerarla como un monumento artístico absolutamente imprescindible, escribe Alois Riegl,que fue un historiador del arte austrohúngaro, uno de los principales impulsores del formalismo y uno de los fundadores de la crítica de arte como disciplina autónoma.
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