La naturaleza despierta y repara nuestros sentidos, nos nutre a nivel corporal y anímico, y nos proporciona bienestar y alegría. Estudios realizados por la Universidad de Míchigan han encontrado que con solo una hora de vitamina N al día nuestras capacidades de atención y memoria pueden mejorar hasta un 20 %. Los psicólogos ambientales sostienen que unas simples vistas a parques y jardines, desde nuestras ventanas, nos hacen más productivos, mejoran nuestra capacidad de decisión, de solución de problemas, así como la respuesta de nuestro sistema inmunitario, de modo que caemos enfermos con menor frecuencia. En los hospitales, los pacientes que pueden ver árboles y plantas desde sus camas necesitan menos medicación, tienen períodos de estancia más cortos y son más positivos en sus valoraciones de los cuidados sanitarios. También se ha demostrado que pasar tiempo al aire libre mejora el estado psicosomático e incluso puede curar el estrés y la depresión. En ambientes naturales las relaciones son más próximas y fluidas, se valora lo comunitario y se practica la generosidad. Tal vez por eso la mayoría de las personas prefieren los entornos verdes (que pueden ser de todo tipo, desde un desierto a una playa, pasando por un valle, un río, una dehesa, un bosque…) a los paisajes urbanos y, dentro de estos últimos, solemos inclinarnos más por aquellos que contienen elementos naturales, escribe Heike Freire que es una de las principales expertas mundiales en Contacto con la Naturaleza y Educación
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