Durante los primeros años de ocupación, Francia permaneció pasiva. Los actos de oposición violenta fueron muy esporádicos. En materia de resistencia, como en muchas otras cosas, el entusiasmo heroico de Churchill tuvo poca resonancia en el ánimo de los ciudadanos franceses, preocupados por intereses más prosaicos. Su prioridad era dar de comer a sus familias, ganar un sueldo, y seguir teniendo un techo sobre sus cabezas. Cualquier desafío a los ocupantes podía poner en peligro,ni más ni menos que en peligro de muerte, todos esos objetivos sencillamente humanos.Las manifestaciones de violencia iban en contra del consenso nacional.
Figuras tan destacadas como el escritor francés André Gide, aunque rechazaba expresamente la colaboración con los ocupantes, se mostraba en contra de la idea de oposición violenta. Hasta que la Unión Soviética y Estados Unidos entraron en la guerra, el dominio que ejercía Hitler sobre su imperio estaba por encima de cualquier desafío militar.
Un comunista alsaciano mató de un tiro al gobernador militar alemán de Nantes, y logró escapar. El historiador Robert Gildea ha escrito que “lejos de acoger aquel asesinato como el primer paso hacia su liberación, la población de Nantes quedó horrorizada, entre otras cosas porque el alemán asesinado era un personaje singularmente simpático”. Fueron ejecutados cincuenta rehenes civiles. Este episodio hizo que Maurice Schumann efectuara una alocución desde Londres a través de la emisora francesa de la BBC, solicitando que no volvieran a repetirse actos terroristas como aquél. De Gaulle transmitió el mismo mensaje el 23 de octubre. Churchill, sin embargo, no estaba de acuerdo. Creía que era fundamental infligir el mayor dolor y las mayores molestias al enemigo. Consideraba que las muertes de los rehenes eran un sacrificio necesario para que el pueblo de Francia pudiera demostrar que no iba a doblegarse nunca ante la tiranía, como en realidad había hecho la mayoría de los franceses desde junio de 1940. Fueron pocos los franceses que se unieran bajo la bandera de De Gaulle no sólo en 1940, sino durante todos los años siguientes, constituyendo un constante motivo de decepción. La inmensa mayoría de las personas que poseían cuantiosos bienes y los hombres de negocios, colaboró con los ocupantes. Muchos agentes de la SOE capturados por los alemanes fueron traicionados por la población del país.
Referencia:La guerra de Churchill de Max Hastings
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