jueves, 3 de octubre de 2024

La facultad de hablar es exclusiva del hombre, no la poseen ni los ángeles, ni los animales ni los demonios

La facultad de hablar es exclusiva del hombre, no la poseen ni los ángeles, ni los animales ni los demonios. Hablar significa exteriorizar los pensamientos que hay en nuestra mente; los ángeles, en cambio, tienen una “inefable capacidad intelectual”, gracias a la cual cada uno comprende el pensamiento del otro, o bien todos leen los pensamientos de todos en la mente divina; los demonios tienen ya un conocimiento recíproco del grado de su propia perfidia; y los animales no tienen pasiones individuales sino específicas y, por tanto, conociendo las propias, conocen también las de sus semejantes y no tienen necesidad de conocer las de animales de otras especies. Los demonios hablan un lenguaje que no es el humano: y curiosamente una expresión diabólica como el célebre “Pape satán, pape satán aleppe” provoca otra expresión, esta vez pronunciada por Nemrod, responsable de la catástrofe babélica («Raphèl mai amècche zabì almi», Infierno, XXXI, 67). Los diablos hablan la lengua de la confusión (cf. Hollander, 1980). En cambio, el hombre es guiado por la razón que en cada uno asume formas de discernimiento y de juicio distintas, y necesita una facultad que le permita exteriorizar un contenido intelectual mediante un signo sensible. Para Dante la facultad de lenguaje se define como la aptitud para asociar significados racionales a significantes perceptibles por los sentidos (siguiendo la tradición aristotélica, Dante admite que la relación entre significante y significado, consecuencia de la facultad de lenguaje, se establece por convención, o sea, ad placitum).
Referencia: La búsqueda de la lengua perfecta de Umberto Eco.

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