De los millones de bisontes que cubrían las Grandes Llanuras cuando Lewis y Clark se embarcaron en su aventura, hasta que a finales del siglo XIX su población había caído en picado. Los economistas argumentan que la vida salvaje en general, y la del bisonte en particular, estaba sujeta a esta tragedia debido a que no eran propiedad de nadie; aunque alguien se abstenga de cazar un animal o pescado, cualquier otro lo hará. Esta es la razón por la que los balleneros cazaban ballenas en exceso, por la que los cazadores mataban pájaros tan solo por su plumaje y prácticamente exterminaron a numerosas especies a principios del siglo XX, y por la que los pescadores consumieron los saltos del salmón en el río Columbia. Ante la ausencia de derechos de propiedad, no existe incentivo por conservarlos. (El no tan salvaje Oeste de Terry Lee Anderson y Peter Jensen Hill)
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