Hasta la Segunda Guerra Mundial, el inglés era en Gibraltar la lengua de los funcionarios y de los militares. La población civil, aunque británica, hablaba mayoritariamente en castellano y se educaba en la misma lengua que los vecinos de Algeciras, Los Barrios o San Roque, pues los colegios eran confesionales y estaban dirigidos por religiosos españoles. Al estallar la guerra, buena parte de esa población fue evacuada a la metrópoli y a otras colonias, como Jamaica, propiciando un primer encuentro real de los británicos de las islas con los llanitos. A los gibraltareños les costó mucho adaptarse a la vida en Londres y en las ciudades que les asignaron por una razón que escandalizó a la Administración del Reino Unido, no sabían hablar inglés.Después de la guerra, el Gobierno fundó en la roca colegios nacionales e impuso la educación en inglés para todos los alumnos. El recorrido escolar de un gibraltareño no se distingue en nada del de un niño de Manchester o Yorkshire. Esto les acercó a la hasta entonces lejana metrópoli, pero abrió un abismo entre ellos y España.
Fabián Picardo |
Bossano aprobó un generosísimo plan de becas que cubría la matrícula y la manutención para que los gibraltareños estudiasen en universidades del Reino Unido. El ministro principal, Fabián Picardo, fue uno de los beneficiarios de ese programa, gracias al cual pudo estudiar en el Oriel College de Oxford.Estas becas han sido importantísimas para el afianzamiento de un nacionalismo gibraltareño, pues no sólo reforzaron una conciencia británica que la escuela en inglés había creado desde la posguerra, sino que hizo a los gibs más jóvenes muy conscientes de su hecho diferencial. Un efecto no deseado,aunque muy previsible, de aquellas becas fue la fuga de los jóvenes. Tras pasar los mejores años de su juventud en el Reino Unido, son muy pocos los que tienen ganas de volver al hogar familiar, a un pueblo que sienten opresivo y donde apenas hay trabajos cualificados. Las familias llanitas saben que, cuando sus hijos se van a estudiar a Manchester o a Glasgow, sólo regresarán a casa una vez al año por Navidad.
Los resultados del referéndum del Brexit en Gibraltar fueron que el 96 % de los votos estaban a favor de permanecer en la UE. Muchos gibraltareños viven en los pueblos y urbanizaciones de alrededor y hay matrimonios mixtos. Los llanitos se han acostumbrado a ser parte de Andalucía, no soportarían volver al encierro. Pero hay más, el Brexit, aunque no desemboque en la impermeabilización de la frontera, amenaza la prosperidad de la ciudad. Desde que se abrió la verja, el Gobierno ha intentado convertir la roca en un foco de negocios internacional, una especie de Hong Kong o de Macao. El problema siempre ha sido la falta de suelo. No hay sitio para rascacielos de distritos financieros ni para casinos. Pero no ha fracasado del todo en el empeño. Como otros territorios de ultramar, ha aprovechado los beneficios de su régimen fiscal para atraer dinero de todo el mundo. Oficialmente, Gibraltar vive del turismo (diez millones de visitantes al año; un dato nada extraño, dado que el peñón está enclavado en una de las costas más cotizadas del mundo), de su sector financiero, de las operaciones del puerto y del juego por internet, actividad esta última que ha crecido muchísimo en la última década. España suma a esto la llamada, con eufemismo, economía informal. El contrabando de tabaco ha sido una fuente sensacional de ingresos para la roca y una forma de vida para los pueblos de la comarca.La colonia importa cada año unos ciento cuarenta millones de paquetes de tabaco. Si los gibraltareños, incluidos los niños y los bebés, se fumasen todos esos cigarrillos, consumirían once cajetillas al día.
Referencia: Lugares fuera de sitio de Sergio del Molino
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