Tenemos que ganarnos a noventa millones de personas de los cien que habitan la Rusia soviética. Con el resto no hay nada que hablar, hay que aniquilarlos. (Zinúviev, 1918). Hay que colgar (y digo colgar, para que el pueblo lo vea) a no menos de mil kulaks inveterados, a los ricos… Despojarlos de todo el trigo, tomar rehenes… Y hacerlo de tal manera que a cientos de verstas a la redonda el pueblo lo vea y tiemble de miedo. (Lenin, 1918). El profesor Kuznetsov escribió a Trotski que Moscú está muriendo de hambre, literalmente. Éste le respondió que "eso no es pasar hambre. Cuando Tito sitió Jerusalén, las madres judías se comían a sus propios hijos. Cuando yo consiga que las madres de Moscú comiencen a devorar a sus hijos usted podrá venir a decirme que aquí pasamos hambre", (Trotski, 1919).
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Referencia: El fin del Homo sovieticus de Svetlana Aleksievich
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