martes, 23 de febrero de 2016

Desde Luis XIV de Francia a Juan Carlos I de España.



El otro día un periódico extranjero desarrollaba toda una tesis sobre la atracción que ejercían las mujeres en el rey Juan Carlos I. El periódico  daba una larga lista de amantes que este soberano había tenido a lo largo de su vida. 

Esta libido tan incontrolado es propio de la Casa de Borbón. A Luis XIV no se le resistía a una cara bonita.Nos cuenta Alejandra Vallejo-Najera que la promiscuidad del Rey Sol carece de freno, pero él no considera la mayoría de sus devaneos como un atentado moral ni religioso, sino como un desahogo efímero y necesario para la salud. Los escarceos ocasionales con mujeres sin importancia se cuelan en la relación más estable con la amante oficial del momento. La favorita actúa como rémora afectiva del monarca, vive en palacio y todos le rinden la misma pleitesía que a la Reina. 



La esposa legítima del Rey Sol, la infanta española María Teresa sale de la estricta mojigatería de la corte española para caer en el despiporre francés; la pobre tiene que soportar cosas inauditas, como por ejemplo que la maitresse-en-titre del momento goce de dependencias privadas en Versalles, es decir, en la residencia oficial del Rey y de la corte; que se le adjudique un abundante cuerpo de servicio y damas de honor propias; reciba los honores, las joyas y los vestidos de una Reina; viaje en la misma carroza que el soberano (hoy sería en el mismo avión),pase las vacaciones con él,y se coloque a su lado en las recepciones.

nes.

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