jueves, 1 de septiembre de 2016

El conocimiento instruye nuestro egoísmo para hacernos aceptar la realidad de otros seres.

El conocimiento instruye nuestro egoísmo para hacernos aceptar la realidad de otros seres. La virtud de la espléndida tradición caballeresca residía en su reconocimiento formal del derecho a la existencia no sólo de los inferiores, sino hasta de los enemigos, dice Richard Weaver.
Coloca al hombre en el lugar de Dios
La moderna fórmula de la rendición sin condiciones, primero empleada contra la naturaleza y después contra los pueblos, coloca despiadadamente al hombre en el lugar de Dios, usurpando su derecho ilimitado de disponer de las vidas ajenas. La caballerosidad fue una expresión radicalmente práctica de la básica hermandad de los hombres. Gozar de la suficiente imaginación para concebir cómo viven otros hombres y de la necesaria piedad para comprender que sus vidas forman parte de la pródiga creación es el fundamento mismo de la comunidad humana.
Comunidad humana.
Hay dos tipos de hombres para los que esta forma de caridad es impensable: el bárbaro, dispuesto a destruir lo diferente únicamente porque lo es, y el neurótico, que siempre está queriendo controlar a los otros, probablemente porque él mismo ha perdido la capacidad de integrarse. Sea como sea, la miopía que consiste en no conceder sustancia a otros pueblos u otras personas se plasma en la intolerancia del que piensa que los diferentes son menos dignos que él de consideración. La esperanza de reducir este espíritu fanático que amenaza con destrozar nuestro mundo depende de la capacidad de ceder ante lo que no es el yo.

La moderna fórmula de la rendición sin condiciones coloca despiadadamente al hombre en el lugar de Dios

La caballerosidad fue una expresión radicalmente práctica de la básica hermandad de los hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario