jueves, 8 de septiembre de 2016

No es lícito hacer el mal para conseguir el bien.

El otro día me comentaban varios amigos hablando del terrorismo islámico que estos fundamentalistas, a pesar de los asesinatos que cometían, como estos hechos los realizaban en nombre de Alá y tenían la idea de que su actuación respondía a los deseos de Dios, el final de estos hombres era gozar de la presencia del Altísimo a pesar de las masacres inhumanas que realizaban.

Juan Pablo II.
Sin embargo la opinión de mis contertulios se encontraba equivocada y me baso para dar este punto de vista en la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II.

No es lícito, ni aun por razones gravísimas, dice  Juan Pablo II,hacer el mal para conseguir el bien.Las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección.

La razón por la que no basta la buena intención, sino que es necesaria también la recta elección de las obras, reside en el hecho de que el acto humano depende de su objeto, o sea si éste es o no es "ordenable" a Dios, al único que es "Bueno", y así realiza la perfección de la persona. Por tanto, el acto es bueno si su objeto es conforme con el bien de la persona en el respeto de los bienes moralmente relevantes para ella.

el bien de la persona


El “mal intrínseco” no es lícito hacer el mal para lograr el bien (cf. Rm 3, 8). Así pues, hay que rechazar la tesis, según la cual sería imposible calificar como moralmente mala según su especie,su "objeto",la elección deliberada de algunos comportamientos o actos determinados prescindiendo de la intención por la que la elección es hecha o de la totalidad de las consecuencias previsibles de aquel acto para todas las personas interesadas. El elemento primario y decisivo para el juicio moral es el objeto del acto humano, el cual decide sobre su “ordenabilidad” al bien y al fin último que es Dios. Tal “ordenabilidad” es aprehendida por la razón en el mismo ser del hombre, considerado en su verdad integral, y, por tanto, en sus inclinaciones naturales, en sus dinamismos y sus finalidades, que también tienen siempre una dimensión espiritual; éstos son exactamente los contenidos de la ley natural y, por consiguiente, el conjunto ordenado de los bienes para la persona que se ponen al servicio del bien de la persona , del bien que es ella misma y su perfección. Estos son los bienes tutelados por los mandamientos, los cuales, según Santo Tomás, contienen toda la ley natural.

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