jueves, 8 de septiembre de 2016

Un personaje más.

Lew Wallace publicó la novela Ben-Hur en 1.880. "Por decirlo suavemente, en aquella época yo no estaba influenciado ni en lo más mínimo por el sentimiento religioso", contó Wallace sobre su pensamiento de entonces: "No tenía convicciones sobre Dios o Cristo. Ni creía en ellos ni dejaba de creer. Los predicadores no dejaban huella en mí. Había leído sobre cualquier cosa menos sobre ese tema. La indiferencia es la palabras que mejor describe mis sentimientos sobre el Día Después de la Muerte, como un científico francés había descrito felizmente lo que sigue a la vida”.


Y así explica el mismo Wallace cómo al estudiar la época  de Cristo para su novela Ben-Hur nacían las certezas que Ingersoll no alcanzaba a ver, y al ponerse en la piel de los personajes su indiferencia religiosa iba desapareciendo:

"Pensad en la compañía en la que me puso la novela.Pensad en cabalgar junto a Baltasar en su gran camello blanco hasta el lugar de encuentro fijado, más allá de Moab; en la compañía de los Tres misteriosos Sabios; en desayunar con ellos a la sombra de una pequeña tienda sobre las ondas de la arena; en escuchar la acción de gracias con la que iniciaron su ágape; en ver cómo se presentaban uno a otro, contándose cómo y cuándo fueron convocados por el Espíritu; o en el invitado posterior al viaje final a Jerusalén: ¡la estrella, nuestro guía!

Pensad en asistir a una sesión del sanedrín; en escuchar cómo Herodes pregunta a Hilel, un maestro centenario, dónde es más probable que aparezca el Rey de los judíos.

Pensad en tumbarse junto a los pastores en su redil en aquella fresca y clara primera noche de Navidad; en ver caer la escala de luz desde la ventana del cielo... ¡en escuchar al ángel anunciar la Buena Nueva!

Pensad en caminar junto a José cruzando la puerta de Jaffa hata la llanura de Refaim, pasar la tumba de Raquel hasta el viejo portal de Belén; en robar unas miradas al rostro de la joven esposa subida en el burrito, ¡tan pequeña como para ser, en una buena y antigua expresión católica, la Santísima Madre de Dios!

Pensad en contemplar ese rostro tan a menudo y tan distintamente como para poder asegurar que en el mundo sólo existen dos retratos de ella, el de Rafael y el de Murillo, porque todos los demás son demasiado viejos, demasiado vulgares o demasiado humanos...

Y ahora decidme: ¿es extraño si yo escribía reverencialmente, sobrecogido en ocasiones? ¿Es extraño que, inconscientemente, yo estuviese preparándome para desprenderme de mi indiferencia como una langosta se desprende de su cáscara?.Mucho antes de concluir el libro, confiesa Wallace, ya creía en Dios y en Cristo".

Esta forma de descubrir a Cristo por parte de Lew Wallace me recuerdan las palabras de San Jose María Escrivá:

San Jose María Escrivá
“No basta con tener una idea general del espíritu de Jesús, sino que hay que aprender de El detalles y actitudes. Y, sobre todo, hay que contemplar su paso por la tierra, sus huellas, para sacar de ahí fuerza, luz, serenidad, paz.

En los primeros años de mi labor sacerdotal, solía regalar ejemplares del Evangelio o libros donde se narraba la vida de Jesús. Porque hace falta que la conozcamos bien, que la tengamos toda entera en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película

Debes ser, en el Evangelio, un personaje más, conviviendo con Pedro, con Juan, con Andrés…,


Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar. Después aplicas el entendimiento, para considerar aquel rasgo de la vida del Maestro”


intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más


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