jueves, 8 de septiembre de 2016

El auge del periodismo sensacionalista atestigua la pérdida por el hombre de sus puntos de referencia.

La televisión y los tabloides ponen ante la mirada de millones de personas escenas y acontecimientos que violan cualquier noción de humanidad. Con cuánta frecuencia nos encontramos hoy en día con medios destinados a entrar en centenares de miles de hogares donde se exhibe el rostro de un niño atropellado agonizando en medio de la calle o el último gesto de una mujer que ha sido arrollada por un tren en el metro. Cuadros de una ejecución, escenas íntimas de intenso dolor: en puridad, obscenidades. El auge universal del periodismo sensacionalista atestigua la pérdida por el hombre de sus puntos de referencia y su empeño en gozar de lo prohibido en nombre de la libertad. 

Se sacrifica cualquier idea de pudor en aras de un instante
Pudor.
de excitación. La pasión y el sufrimiento en sus manifestaciones más extremas sirven para poner una nota de color a la hora del desayuno o para aliviar el tedio de las noches en el hogar. El área de la privacidad ha sido abandonada porque se ha abandonado la definición de lo personal, y ya no disponemos de un criterio que nos permita decidir qué forma parte del individuo, dice Richard Weaver. 


Emociones.
Tras esta agresión se encuentran el rechazo del sentimiento y la búsqueda de la inmediatez. Con frecuencia se recurre a argumentos dotados de una insidiosa verosimilitud para justificar estos alardes públicos. Se sostiene que material de esa índole es tan sólo la materia bruta de la que está hecha la vida, y se afirma que es deber de los órganos públicos de información no engañar acerca de la verdadera realidad del mundo. Pero afirmar que éste es el mundo real es postular de antemano la realidad de lo afirmado. La verdadera realidad del mundo es precisamente aquello que e l hombre civilizado busca perfeccionar o presentar en un marco humano, que sólo es posible elaborar mediante los sentimientos. Las sensaciones que proporciona el actual periodismo están indudablemente destinadas a la exhibición, no buscan la comprensión sino las emociones.

Se sacrifica cualquier idea de pudor


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