sábado, 14 de mayo de 2022

Somos siervos de la ley con el fin de poder ser libres



La libertad política sirve para proteger al ciudadano de la opresión. ¿Pero cómo? Lo decía ya, con espléndida concisión, hace más de dos mil años, Cicerón: “Somos siervos de la ley con el fin de poder ser libres” (Oratiopro Cluentio); y volvía a decirlo, de forma aún más concisa, Locke en el siglo XVII: “Donde no hay ley no hay libertad”. No obstante, quien más remachó la tesis de que la libertad está fundada por la ley y sobre la ley fue Jean-Jacques Rousseau: “Cuando la ley está sometida a los hombres”, escribe, “no quedan más que esclavos y amos; es la certidumbre de la que estoy más seguro: la libertad siempre sigue la misma suerte que las leyes, reina y perece con ellas”. ¿Por qué la libertad necesita de la ley? Porque si gobiernan las leyes, que son reglas generales e impersonales, no gobiernan los hombres, y a través de ellos, la voluntad arbitraria, despótica o simplemente estúpida del otro hombre. Es verdad, dice Giovanni Sartori, que la ley es también coerción (puesto que prohíbe y condena), pero al mismo tiempo nos tutela porque está constituida por normas que se aplican a todos sin distinción, incluso a quienes las hacen. Lo que es un formidable freno.

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