miércoles, 11 de mayo de 2022

Entre 1930 y 1953, las detenciones en la Unión Soviética totalizaron 3.778.000 personas, 786.000 fueron ejecutadas

Según las fuentes para el período comprendido entre 1930 y 1953, las detenciones en la Unión Soviética totalizaron 3.778.000 personas, 786.000 de las cuales fueron ejecutadas (E. M. Adreev, L. A. Karskii y T. L. Jar’kova, Vestnik Statiskii, n.º 7, 1990). En la mayoría de los casos, el acusado ni siquiera estaba presente. Un caso podía quedar visto para sentencia en diez minutos, y la condena variaba, de cinco a veinticinco años en un campo o la ejecución sumaria. La acusación que pesaba contra la mayoría de las víctimas era la de actividades contrarrevolucionarias, de ahí la cantidad de ejecuciones. Todo el procedimiento era ciertamente kafkiano, la cifra de enemigos quedaba estipulada por un cupo, pero estaba permitido superarlo. Bastaba con nombrar a los chivos expiatorios.

Para el historiador Moshe Lewin “no resulta sencillo evaluar en números el vacío que trajeron consigo las purgas, especialmente entre los cuadros del Partido y del Estado. Una fuente autorizada sobre la rotación de personal en el Comisariado de Ferrocarriles entre 1937 y 1938 indica que durante ese período fueron sustituidos el 75 por 100 de los responsables y de los funcionarios técnicos. No podemos extrapolar estos datos a toda la maquinaria del gobierno, pero nos bastan para hablar de una hemorragia de cuadros, incluso en las agencias estratégicamente más importantes. Las consecuencias del terror se dejaron sentir en la economía, la burocracia, el Partido y en la vida cultural. A mediados de 1938, el daño humano, económico y político y su coste eran tales que se imponía, y era incluso previsible, un cambio de rumbo. Se habló de una normalización, que se llevó a cabo de la manera habitual; había que nombrar a un culpable de las “desviaciones”, algo que no suponía ningún problema, pues nadie era inocente en todo el asunto. Después del XVIII Congreso del Partido, algunas víctimas de las purgas fueron rehabilitadas. Una vez más, sin embargo, aquella operación de maquillaje afectó únicamente a un número reducido de personas en relación con las dimensiones de las purgas, suficientes para que Stalin pudiera presentarse como la persona que había restaurado la justicia y castigado a los culpables. El líder repitió esta demostración de benevolencia tiempo después, con el arresto y la eliminación parcial, para variar, de un grupo importante de agentes del NKVD, acusados de haberse excedido en sus atribuciones al atacar a miembros del Partido y a ciudadanos inocentes. Entre 22.000 y 26.000 agentes se unieron a sus víctimas en los campos o en los cementerios”.

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