martes, 31 de mayo de 2022

Habían logrado la equiparación de anticomunismo con ultraderechismo


En Europa, la hegemonía del pensamiento instaurada después de la Segunda Guerra Mundial, cuyo bastión era Francia, había logrado mantener vigente la falacia de la equiparación de anticomunismo con ultraderechismo. Así, todo aquel que osaba hacer una crítica abierta a los fundamentos, crímenes o políticas del comunismo era tachado de filofascista o nazi. El temor a ser estigmatizado imponía una autocensura que, en la mayor parte de Europa, sólo logró comenzar a romperse en las décadas de 1970 y 1980. La pugna ideológica más dura se produjo en Francia, donde la victoria del anticomunismo democrático de Raymond Aron, Jean-François Revel y Albert Camus se produjo cuando habían muerto todos salvo Revel. En Francia, esta lucha ideológica quedó simbolizada por el enfrentamiento entre Jean-Paul Sartre y Camus, hasta la muerte de éste. Pero después surgieron con valentía los nuevos filósofos, con Bernard-Henri Lévy y André Glucksmann a la cabeza. Desde sus reflexiones sobre el totalitarismo nazi dieron el salto al análisis del comunismo y establecieron su carácter esencialmente perverso como la otra cara de la barbarie totalitaria.

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