jueves, 7 de abril de 2022

Lo característico de la democracia moderna es que los ciudadanos son iguales

Cuenta el filósofo español Fernando Savater que “la democracia tiene mucha historia a cuestas; reducir su esencia a urnas, votos, voluntad popular y otros tópicos simplificadores es abusar de la credulidad ignara de la gente, aprovechando sus pasiones identitarias, esa xenofobia de fábrica que traemos al mundo hasta que la educación nos la borra… si puede. Lo característico de la democracia moderna es que los ciudadanos son iguales más allá de su genealogía, su lugar de nacimiento, su sexo, su color de piel, sus creencias religiosas o filosóficas, sus capacidades… Esos rasgos son relevantes para la biografía personal de cada uno, en parte propiciada por las circunstancias pero también creada por uno mismo. Desde el punto de vista político no hay varones, negros, catalanes, mahometanos, aficionados al billar o dotados de buena voz; sólo ciudadanos libres e iguales que comparten una ley común, a partir de la cual eligen su trayectoria en libertad. Si en nombre de una determinación particular una fracción de la ciudadanía pretende segregarse políticamente de y contra los demás, abandonamos la democracia moderna y volvemos al feudalismo medieval o algo peor”.

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