miércoles, 20 de abril de 2022

La caída de la monarquía de Alfonso XIII

Alfonso XIII

Las vicisitudes que condujeron a la caída de la monarquía de Alfonso XIII en España alcanzaron lentamente su vértice. Su origen radica en la quiebra del sistema parlamentario por su falta de contacto con las realidades y con la voluntad nacional. Partidos artificiosamente disciplinados y divididos produjeron una sucesión de Gobiernos débiles, conteniendo pocos estadistas capaces de asumir una verdadera responsabilidad o de empuñar el Poder en la forma adecuada. La larga, irregular guerra de Marruecos roía como una úlcera la interior satisfacción del pueblo español, con lacerantes dolores de desastre de tiempo en tiempo. No existía entre los políticos españoles ese pacto rígido, que es un vínculo de honor entre todos los partidos de la Gran Bretaña, de escudar la Corona contra toda impopularidad o censura. Gabinetes y ministros se derrumbaban como castillos de naipes dejando alegremente que el rey soportase las cargas que eran propias de aquéllos.La guerra con los moros iba de mal en peor y el malestar crecía. Crecía aún a pesar de la prosperidad y riqueza que la gran contienda mundial había proporcionado a España, escribe Winston Churchill.


Añade Churchill que la efectiva crisis sobrevino súbita, inesperadamente, con solución impensada, como resultado de unas simples elecciones municipales en las que nunca deberían haber entrado las cuestiones fundamentales…, elecciones, además, en que las fuerzas adictas a la monarquía no se habían preparado para una eficaz acción política. Aun así, hubo una gran mayoría monárquica; pero nadie esperó el resultado definitivo. La crisis venía acompañada de toda clase de vehemencias e insultos. Por su comportamiento en esta odiosa prueba, el rey Alfonso XIII demostró que anteponía el bienestar de su país a sus propios intereses. Los medios de resistencia armada no faltaban; pero el rey comprendió que el caso había llegado a ser tan personalmente suyo que no justificaba el derramamiento de sangre española por manos españolas. Él fue el primero en lanzar en el palacio el grito de “¡Viva España!”. Hizo después otra notable manifestación: “Espero que no habré de volver, pues ello solamente significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz”.

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