martes, 19 de abril de 2022

La acción bélica más duradera de Alemania fue la bolchevización de Rusia

En su gran época imperial Suecia y España habían luchado por la Reforma y la Contrarreforma; Francia propagó la Ilustración; Inglaterra, el liberalismo; la Rusia de ayer y la China de hoy quisieron llevar el comunismo al resto del mundo, pero ¿con qué finalidad pretendía Alemania cambiar el mundo en su gran época? ¿Qué mejoras nuevas e importantes obtendría Europa del siglo XX alemán? No hubo respuesta. Frases como el poder por el poder, la hegemonía por la hegemonía, "porque nos toca a nosotros" o "porque somos los más fuertes" no eran ninguna legitimación y no despertaban más que odio y rechazo; así no se podía constituir ningún imperio mundial.


Alemania a principios del siglo XX era un país conservador, dice el historiador germano Sebastian Haffner, habitado por un gobierno aristocrático ya entonces anticuado, si bien aún gozaba de grandísimo éxito y popularidad. Estaba aliada con dos imperios símbolo de un Barroco decadente que tocaban claramente a su fin, el de los Habsburgo y el otomano. La propia cultura alemana estaba impregnada de un profundo Romanticismo. Bien es cierto que en la época guillermina esta concepción conservadora del Estado y esta actitud romántica ante la vida no sólo habían experimentado un florecimiento tardío fascinante, sino que habían supuesto un despliegue inesperado de fuerza y de poder; no obstante, acometer una revolución mundial con ideas y ánimos semejantes llevaría irremediablemente a la autodestrucción. El conservadurismo, por naturaleza, sólo puede ser defensivo. Ya alrededor de 1900 el mundo que quedaba al oeste de Alemania se hacía claramente más democrático; el que quedaba al este, más revolucionario. La guerra sólo podía acelerar este proceso. Recurriendo a ella, la Alemania conservadora no hizo más que tirar piedras sobre su propio tejado. De hecho, su acción bélica más duradera fue la bolchevización de Rusia.

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