domingo, 10 de abril de 2022

Las iglesias no tomaron como modelo los templos paganos, sino las basílicas

 Aspecto de la basílica de San Pedro en el siglo IV.

El historiador de arte E. H. Gombrich explica que durante los períodos de persecuciones de Roma no fue necesario, ni en realidad posible, construir lugares públicos para el culto. Las iglesias y locales de reunión que existían eran pequeños y recatados. Pero una vez que la Iglesia se convirtió en el mayor poder del reino, el conjunto de sus relaciones con el arte tuvo que plantearse de nuevo. Los lugares del culto no podían tomar por modelo los templos antiguos, puesto que sus funciones eran completamente distintas. El interior del templo no consistía, en general, sino en un pequeño altar para la estatua del Dios. Las procesiones y sacrificios se celebraban en el exterior. La iglesia, por el contrario, tenía que contar con espacio suficiente para toda la congregación de los fieles reunidos con el fin de escuchar la misa celebrada por el sacerdote en el gran altar, o el sermón pronunciado por éste. Por ello, las iglesias no tomaron como modelo los templos paganos, sino las grandes salas de reunión que en la época clásica habían sido conocidas con el nombre de basílicas, que aproximadamente quiere decir salas reales. Estas construcciones eran empleadas como mercados cubiertos y tribunales públicos de justicia. La madre del emperador Constantino erigió una basílica semejante como primera gran iglesia, y, en lo sucesivo, la palabra se empleó para designar iglesias de este tipo.

Buen Pastor

El problema de cómo decorar estas basílicas fue uno de los más serios y difíciles, porque la cuestión de las imágenes y su empleo en religión se planteó de nuevo, provocando disputas. En una cosa estaban de acuerdo casi todos los cristianos, no debía haber estatuas en la casa del Dios. Las estatuas eran demasiado parecidas a las imágenes talladas y a los odiosos ídolos que estaban condenados por la Biblia. Colocar la figura del Dios, o de uno de sus santos, sobre el altar era algo totalmente absurdo. Aunque todos los cristianos devotos se opusieron al naturalismo de las estatuas, sus ideas acerca de las pinturas fueron muy diferentes. Algunos las consideraron útiles, porque hacían recordar a los fieles las enseñanzas que habían recibido y porque mantenían viva la evocación de los episodios sagrados. Este fue el punto de vista adoptado principalmente por la latinidad, esto es, la parte occidental del Imperio romano.

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