Para el historiador Julio Gil Pecharromán “el nacionalsocialismo alemán se engloba dentro de lo que, genéricamente, definimos como el totalitarismo fascista, un modelo de organización de la sociedad y del Estado, con variantes nacionales, que se convirtió en sinónimo de triunfo en la Europa de entreguerras. Pocos términos históricos, o políticos, admiten una polisemia tan diversa como el de fascista. Desde su primitiva vinculación a la identidad de un partido político y de una propuesta ideológica, luego a una forma de Estado, más tarde a un bloque geopolítico y militar en guerra, para alcanzar en nuestros días el valor de exabrupto o descalificación de una conducta personal. Pese a su estrepitosa derrota de 1945, la connotación histórica del fascismo ha conservado un cierto aura de prestigio, o siquiera de fascinación, entre colectivos sociales concretos. En la Europa centro-oriental, caído el Muro de Berlín, durante los años noventa se produjo una cierta reivindicación de la fascistización de entreguerras por la vía de un renacido anticomunismo y de la reafirmación nacional frente a los vecinos. En el Oeste, la herencia del fascismo de los años treinta siempre ha sido reivindicada por opciones nacionalistas que, en no pocas ocasiones, han sentado diputados en los Parlamentos democráticos.”
Para el historiador Álvaro Lozano Cutanda, “el nazismo fue un período único y brutal, y su historia levanta todavía una terrible polémica. En Alemania los debates en torno al nazismo son seguidos con gran atención por parte de una opinión pública que se debate todavía entre el olvido y el doloroso recuerdo. El dilema de olvidar fue enfrentado por Chaim Herzog en 1987, cuando se convirtió en el primer presidente de Israel que visitaba Alemania tras la creación del Estado de Israel. En el transcurso del viaje visitó el antiguo campo de concentración de Bergen-Belsen, que él había conocido cuando servía como oficial del ejército británico en 1945. Enfrentado al horror del recuerdo de aquel campo afirmó: “No traigo el perdón conmigo, ni tampoco el olvido. Los únicos que pueden perdonar están muertos, los vivos no tienen derecho a olvidar”.
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