Nada antes de 1914 había preparado el mundo para lo que iba a suceder. Todos los horrores de la Europa del siglo XX nacieron de aquella guerra, “la calamidad de la que surgieron todas las demás calamidades”, como la definió el historiador estadounidense Fritz Stern. El año 1914 fue, en efecto, la crisis por excelencia de esa historia, por lo que provocó y por lo que ocurrió después, porque por el camino se llevó al imperio ruso, a cuya caída siguió pocos meses después, un año antes de que esa guerra terminara, la conquista del poder por los bolcheviques.Los altos dirigentes, emperadores y reyes acudían a los actos públicos con uniforme militar; las revistas militares eran una parte esencial del ceremonial público, y, según Christopher Clark, “el culto a la exhibición militar se introdujo en la vida pública y privada de sus comunidades”.
Había una falta de transparencia diplomática en la mayoría de las maniobras de los ministros de Asuntos Exteriores, especialmente cuando trataban de los Balcanes, el escenario que sirvió de detonante al conflicto y que ya había conocido dos guerras, en 1912 y 1913, antes de que la tercera se extendiera en cinco semanas del verano de 1914 a todo el continente.Cuando el archiduque Francisco Fernando (1863-1914) y su esposa, Sofía Chotek (1868-1914), fueron asesinados en Sarajevo el 28 de junio de 1914, la elite europea estaba disfrutando de su vida privilegiada y exquisita. La noticia del asesinato sorprendió al emperador Guillermo II de Alemania (1859-1941) navegando en su yate. El presidente de Francia, Raymond Poincaré (1860-1934), aunque recibió un telegrama en el hipódromo, donde estaba en compañía de otros miembros del cuerpo diplomático, se quedó a disfrutar de las carreras.
Se esperaba que la guerra fuera corta y aunque los gobiernos de los principales poderes contribuyeron a poner en riesgo la paz con sus movilizaciones bélicas, ninguno de ellos había hecho planes militares o económicos para un prolongado combate. Sabían que si entraban en guerra todos la vez, algo que posibilitaba el sistema de alianzas pactado unos años antes, el dinero y las energías gastadas podrían conducir a la bancarrota de la industria y del crédito en Europa. Al declarar la guerra general en agosto de 1914, escribe Ruth Henig, “los poderes europeos contemplaban una serie de encuentros militares cortos e incisivos, seguidos presumiblemente de un congreso general de los beligerantes en el que confirmarían los resultados militares mediante un arreglo político y diplomático”. Guillermo (1885-1951), el príncipe heredero de la corona alemana, ansiaba que la guerra fuera “radiante y gozosa”. La guerra, ideada para garantizar la sobrevivencia y continuidad de los imperios alemán y austrohúngaro, acabó con su estrepitosa derrota y desaparición cuatro años después. Por el camino se llevó al imperio ruso, desacreditó la democracia liberal y de la batalla salieron también el comunismo y el fascismo, alternativas y después polos de atracción para intelectuales, vehículos para la política de masas, viveros de nuevos líderes que, subiendo de la nada, arrancando desde fuera del establishment y del viejo orden monárquico e imperial, propusieron rupturas radicales con el pasado.
Referencia:La venganza de los siervos de Julián Casanova
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