sábado, 9 de noviembre de 2024

La tarea del comunista del siglo XXI es acceder al cuarto trasero de la conciencia buenista

La fuerza del comunista no es de la misma naturaleza que la del mártir cristiano, al menos en el siglo XXI, pero tiene la misma o superior intensidad. Del mismo modo que unos disfrutan en el Bien, otros lo hacen con el Mal. El comunismo, inequívocamente definido por Lenin como una empresa malvada que traerá alguna vez el Bien al mundo, es una religión satánica, seguramente más actualizada que la del Evangelio. El neocomunismo del siglo XXI nace o renace, precisamente, por la violencia y disfruta de una extraordinaria prosperidad gracias a la mentira. Cuando los fukuyamos proclamaron el fin de la historia, entendida como el fin de la Guerra Fría, la demostración de que la economía de mercado, tan frágil y tan fuerte, es más eficaz para salir de la pobreza que la planificada y que la guerra de clases a nivel internacional se había saldado finalmente con la derrota del proyecto leninista, toda la izquierda se rebeló y, parte de ella, muy violentamente. Un nuevo tipo de violencia urbana y cosmopolita, más cercana a la de las barricadas del siglo XIX que a la que se supone correspondería al final del XX y comienzos del XXI, estalló de forma aparentemente espontánea con dos herramientas muy poderosas, Internet y las redes sociales, que daban forma a una propaganda masiva y barata, apoyada a su vez en la televisión, que había sido pieza esencial, aunque involuntaria, en el derrumbe del Este ante las imágenes de prósperos colorines del Oeste.
La tarea del comunista del siglo XXI es acceder al cuarto trasero de la conciencia buenista, donde se alberga ese impulso homicida inconfesados o inconscientes del que habla Besançon; facilitar al teleciudadano la contraseña para acceder al Big Data del poder imaginario sobre la vida, la propiedad y la libertad de los otros. Algo que solo el comunismo ha hecho realidad y volvería a hacerlo, porque desear es conseguir y lo que se quiere, se puede. Mientras eso llega, a votar y esperar el Juicio Final, el Día de la Venganza, saboreándolo a oscuras, como el niño debilucho que sueña cada noche con ser Superman. El éxito de Podemos se basó justamente en eso, en haber ido más allá de lo que nadie, empezando por el PCE que hizo la Transición y que aceptó la democracia durante cuatro décadas, hubiera ido nunca. Solo la ETA se acercó en ferocidad a sus propuestas, y no todas y no siempre. Recordemos algunas como sacar a Franco de la tumba, rechazar la ayuda de Amancio Ortega para los niños enfermos de cáncer, negar una calle a Miguel Ángel Blanco, asaltar una capilla, reírse de las víctimas del terrorismo y del Holocausto, burlarse de los jóvenes asesinados en Venezuela, defender las cárceles de Cuba, proclamar en una televisión pagada por Irán que la guillotina es el origen de la democracia, felicitar el 1 de enero de 2017 como aniversario de los cien años del régimen de los cien millones de muertos, y brindar por el Che, Chávez, Lenin y Stalin, que siempre serán mejor que Franco y sus hijos del PP y Ciudadanos. No hay norma cívica en que no se cisquen, ley que no vulneren ni delincuente que no defiendan, del terrorista Alfon al maltratador Bódalo. Pero sus delitos son en nombre de la justicia; sus robos, de la honradez; sus mentiras, de la Verdad. 
Referencia:Memoria del comunismo (Federico Jiménez Losantos)

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