*Se dice que Licurgo, el legislador de Esparta, había criado dos perros que eran hermanos, ambos amamantados con la misma leche, pero uno criado en la cocina y el otro acostumbrado a los campos y al sonido de la trompa y el cuerno de caza. Queriendo mostrar al pueblo lacedemonio que los hombres son tal como la educación los hace, puso a los dos perros en pleno mercado, y entre ambos colocó una escudilla de sopa y una liebre; uno corrió a la escudilla, y el otro a la liebre.“Sin embargo,dijo Licurgo, son hermanos”. Así, este educó con sus leyes y su gobierno a los lacedemonios, y les hizo tanto bien con ellas, que todos tuvieron en mayor estima morir de mil muertes que reconocer a otro señor que la ley y la razón. Me gusta recordar la conversación que mantuvieron antaño uno de los favoritos de Jerjes, el Gran Rey de los persas, y dos lacedemonios. Cuando Jerjes aprestaba su gran ejército para conquistar Grecia, envió a sus embajadores a las ciudades griegas a pedir agua y tierra. Tal era la manera que tenían los persas de conminar a las ciudades a que se rindiesen. No envió ninguno a Atenas ni a Esparta, porque Darío, su padre, ya lo había hecho, y los atenienses y espartanos habían arrojado a unos dentro de sus fosos y a otros a sus pozos, diciéndoles que cogiesen cuanta tierra y agua quisiesen para llevársela a su príncipe. Estas gentes no podían sufrir que se tocase su libertad, ni siquiera de palabra. Por haber obrado así, los espartanos conocieron que habían desatado el odio de los dioses, sobre todo el de Taltibio, dios de los heraldos, y se determinaron a enviar a Jerjes, para apaciguarlos, a dos de sus ciudadanos para que se presentaran ante él y dispusiera de ellos como quisiera, y se cobrase así los embajadores de su padre que habían matado. Dos espartanos, llamados Esperte y Bulis respectivamente, se ofrecieron voluntarios para entregarse como pago; allí marcharon, y estando en camino llegaron al palacio de un persa, llamado Hidarnes, el cual era lugarteniente del rey en todas las ciudades costeras de Asia. Este les acogió muy honorablemente y les ofreció un gran banquete; y, rodando la conversación de asunto en asunto, les preguntó por qué rechazaban tanto la amistad del rey: “Juzgad, espartanos,dice, y conoced por mí como el rey sabe honrar a aquellos que le sirven, y pensad que si fueseis suyos os haría lo mismo. Si fueseis suyos y os estimase, ninguno de vosotros dejaría de ser señor de una ciudad de Grecia”. “Sobre esto, Hidarnes, tú no podrías aconsejarnos bien,dijeron los lacedemonios, porque el bien que nos prometes, tú lo has probado; pero el bien del que nosotros disfrutamos, tú no sabes lo que es. Tú has catado el favor del rey, pero de la libertad, qué gusto tiene, cuán dulce es, nada sabes. Ahora bien, si la hubieses gustado, tú mismo nos aconsejarías defenderla, no con la lanza o el escudo, sino con uñas y dientes”. Sólo el espartano dijo lo que había que decir; mas, ciertamente, uno y otro hablaron según habían sido educados, pues no podía ser que el persa hubiera echado de menos la libertad, no habiéndola poseído nunca, ni que el lacedemonio hubiese soportado la sujeción, habiendo gozado de la independencia.
*Discurso de la servidumbre voluntaria (Étienne de La Boétie)
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