viernes, 29 de julio de 2016

La Iglesia católica salvó a 400.000 judíos de una muerte cierta.

Pinchas Lapide
El otro día leí las declaraciones del exconsul de Israel en Italia, Pinchas Lapide, en donde manifestaba públicamente que durante la Segunda Guerra Mundial la Iglesia católica salvó más vidas de judíos que todas las demás iglesias, instituciones religiosas y organizaciones benéficas juntas.

Basílica de San Pedro en Roma.
Examinando las estadísticas, Lapide aclara la divergencia considerable entre el número de judíos salvados por la Iglesia y todas las acciones de la Cruz Roja Internacional y las democracias occidentales. “La Santa Sede, los nuncios y la Iglesia católica salvaron entre todos a casi 400.000 judíos de una muerte cierta”. Años después, hablando con el Papa Juan XXIII, el doctor Lapide renovó sus felicitaciones por aquella obra, y el Papa le interrumpió para recordar que en aquella época, en la que él era sólo monseñor Roncalli, había actuado según las precisas instrucciones de Pío XII. Otros testimonios se sumarán al número de defensores del Papa Pacelli: Maurice Edelmann, presidente de la asociación judía angloamericana, habla del salvamento de decenas de miles de vidas israelitas. Golda Meir, ya como primera ministra de Israel, agradeció al Santo Padre haber alzado tan a menudo su voz a favor de los judíos.

Pio XII.
Por otra parte, Anthony Rodees cuenta la cruel lección impartida por los nazis a la Iglesia de Holanda: “Había en los Países Bajos más judíos bautizados católicos que en todo el resto de Europa. Mientras se reunía a los israelitas holandeses para deportarlos a Polonia, los judíos bautizados no eran importunados por las fuerzas de ocupación nazi…”. En julio de 1.942, la Iglesia católica, junto con la Iglesia reformada de Holanda, en un telegrama al Reichskomissar alemán, protestó contra la deportación de los judíos holandeses y amenazó con hacerla de público dominio si no cesaba de inmediato. Por toda respuesta, los nazis hicieron saber que si las Iglesias cesaban sus protestas, ellos seguirían haciendo la vista gorda con los judíos bautizados, considerados hasta aquel momento como cristianos. La Iglesia reformada dio su consentimiento, mientras el arzobispo católico de Utrecht rechazó y condenó abierta y oficialmente la persecución. La respuesta fue inmediata,todos los judíos, también los bautizados en la Iglesia católica fueron deportados a Auschwitz, mientras que a los judíos bautizados en la Iglesia protestante no se les tocó. 
Auschwitz – Birkenau
En un documento publicado en 1.964 se citan estas palabras de Pío XII: “Tras muchas oraciones y lágrimas, me di cuenta de que mi condena no sólo no iba a ayudar a los judíos, sino que empeoraría su situación.Una protesta oficial ciertamente habría atraído la alabanza y el respeto del mundo civil, pero habría hecho sufrir a los pobres judíos una persecución todavía peor”. El Papa dejó así a la responsabilidad de los obispos la misión de actuar en base a las circunstancias, y teniendo en cuenta las posibles represalias. 


Émile Poulat
Emile Poulat, historiador y sociólogo francés,se hace las siguientes preguntas: “Este silencio que el Papa nunca habría roto, ¿quién lo ha roto? ¿Cuáles fueron los políticos “demócratas” que protestaron entonces? ¿Fronteras que se abrieron para acoger a los perseguidos?”.

durante la Segunda Guerra Mundial la Iglesia católica salvó más vidas de judíos que todas las demás iglesias, instituciones religiosas y organizaciones benéficas juntas.




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