lunes, 4 de julio de 2016

La forja de Europa.


Mapa de Europa de Gerardus Mercator.
La historia de Europa, con sus veinte o sus veinticinco siglos de antigüedad, es una historia común con corrientes, ideas, concepciones filosóficas y artísticas o formas de entender el hombre, el mundo y la vida que se difundieron con asombrosa facilidad por todo su ámbito hasta formar un vasto patrimonio colectivo; pero es también una historia de rivalidades tradicionales, de enfrentamientos, de sentidos patrióticos opuestos a otros sentidos patrióticos no menos entusiastas. Las naciones-estado, consagradas por los
Revolución Gloriosa de Inglaterra.
siglos, no eran un material fácilmente soluble en un medio común, por más que ese medio (cultura, religión, forma lógica de pensar, intercambios continuos y de todas clases) existiera de hecho, en forma, precisamente, de lo europeo. 

Un proceso lento, trabajoso, lleno de dificultades. 
De aquí que la forja de Europa como una unidad haya sido un proceso lento, trabajoso, lleno de dificultades y detenciones, y lo seguirá siendo en el siglo XXI. Dos ideas, la federal y la confederal, se abrieron paso desde el primer momento y fueron tratadas en razonables, pero arduas discusiones. Unos deseaban crear los “Estados Unidos de Europa”, en que un poder federal estuviese,al menos en las cuestiones cruciales,por encima del poder de los estados; y otros preferían la conservación íntegra de la soberanía de los estados-naciones, respetuosos, sí, ante un estatuto de colaboración, de convivencia y fronteras abiertas, pero sin necesidad de abdicaciones por parte de nadie. 

¿Europa de los Estados o Europa federal?
El presidente De Gaulle, al frente de la Francia de la Quinta República, orgullosa y reafirmada con más fuerza que nunca, fue quien más enfáticamente formuló el principio de que “no existe otra Europa que la de los Estados”. Con el tiempo se fue insinuando una tercera opción: conforme se fueron dibujado en el seno de cada estado tendencias federalistas o incluso regionalismos independentistas, se habló de «la Europa de los pueblos», forma de equilibrio entre un poder general paneuropeo, el de los antiguos estados y el de las regiones dotadas de una personalidad peculiar. Esta opción, que nunca dejó de tener defensores, fue vista con desconfianza tanto por los partidarios de una Europa superior a los estados que la forman, como por cada uno de los estados: tanto unos como otros veían en la “Europa de los pueblos” el peligro de una atomización ingobernable y enmarañada de pequeñas rencillas.

La historia de Europa es una historia común. 

La forja de Europa como una unidad haya sido un proceso lento, trabajoso, lleno de dificultades y detenciones, y lo seguirá siendo en el siglo XXI.

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