miércoles, 13 de septiembre de 2017

Víctimas de Daesh.

Niños esclavos.
En Irak el Califato del Mal cayó, y surgen las horribles historias de sus víctimas, sobre todo de niños cuya inocencia les fue extirpada para siempre, niños tratados como esclavos, como objetos sexuales, como animales de carga. Niños que hoy hablan de esta terrible experiencia como si fuese parte de la vida normal, ignorando que haya otro tipo de vida.
Mujeres puestas a la venta por Daesh
Janiva Saleh Ahmad es una mujer, también ella esclava liberada de Daesh. Narra: “Tomaban a las jovencitas para ellos, cada combatiente elegía a la muchacha que quería. Las más deseadas eran las niñas que tenía apenas 9 años, que revendían al precio de un cuaderno, pero a veces a cambio de un paquete de cigarrillos o de una pistola”. Eran encerradas bajo llave, ella debía servir, “cocinar, lavar la ropa, los platos, los pisos y hacer el pan”. Se quedó con un mismo “propietario” un año y dos meses, era obligada a hacer todo lo que él le pedía. 
Yazidis atrapados por los combatientes del Estado Islámico en Sinjar Monte 
Israa Barakat Hagi es Yazita, tiene 8 años y es originaria de los montes de Sinjar, del pueblo de Bent al Banat. La madre Shirin murió, e Israa tiene dificultades para hablar y contar su historia. La vida pasada en silencio por miedo a los castigos la obligó a temer usar la palabra. Pasó tres años  como esclava en los Emiratos del califato de Daesh. “Al principio, nos reunieron a todos los niños en el hospital, luego nos dividieron en varias casas, tras haber sido elegidas por uno de ellos”. En 3 años cambió tres veces de dueño y vivió en 3 casas distintas. El primero era árabe, “el único que me pegaba siempre”. Todos le decían lo mismo: “Olvida a tu familia, jamás volverás con ellos”.

Hadjem de 7 años y Shallal de 14 son hermanos. Lograron atraerse la simpatía de sus “dueños” porque rápidamente se adaptaron a la doctrina del islam y como consecuencia fueron enrolados como soldados junior. Ambos llevan en sus espaldas la historia de una fuga increíble, lograda después de muchos intentos. La felicidad de haber encontrado a su papá se ve eclipsada por el hecho de que su mamá y su hermana siguen estando en manos de Daesh, en Raqqa (Siria). De Telaarfar fueron llevados por Daesh a Sinjar, luego a Shaddadiya (en la Mesopotamia siria) con un dueño
Niños de Daesh
tunecino que prometió a la madre que estaba con ellos,, que tendrían una casa, solos con él, junto a sus hermanos y a su hermana. Se quedaron con el tunecino, un emir de Daesh, un año entero; luego el hombre murió haciéndose explotar y pasaron a ser considerados como hijos del mártir, con lo cual comenzaron a tener un sueldo del Califato. Se transfirieron a al Mayadeen y luego a Raqqa. Hadjem se volvió famoso con el apodo de Abu hadi, cuando su foto apareció en un sitio de Daesh Siria con una mitra en la mano, la bandera negra del Califato a sus espaldas y llevando el cabello largo. La misma suerte le tocó a su hermano Shalall, al cual le fue dado el nombre de batalla de Abu Omar. Aprendía de memoria los versículos del Corán y a cambio de ello obtuvieron “la libertad”, o sea no ser tenidos más bajo llave, sino libres de entrar y salir de casa con permiso. Vieron matar a sangre fría, asistieron a degollaciones y confiesan haber tenido miedo cada vez que veían matar. “Teníamos miedo cada día” precisa Shallal. Cada viernes “después de la oración en la mezquita, mataban, cortaban las manos y gargantas”, cuenta Shallal “Daesh no me da miedo, agrega sonriendo como signo de heroísmo, pero sí me asusta ver la muerte”.

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