lunes, 11 de septiembre de 2017

Controlar la ira.

Séneca se pregunta si se puede gestionar la ira ¿Podemos controlar nuestras pasiones, o surgen de forma involuntaria, irracional e incontrolable? Lo que está claro es que la sensación que producen es la de hallarse fuera de nuestro control; y una vez que se han adueñado de nuestro cuerpo, no hay ningún interruptor en la cabeza que pueda activarse para devolvernos como si tal cosa la serenidad y el raciocinio. A pesar de todo, Séneca hace hincapié en que existe un momento, justo al principio de cualquier arrebato emocional, en el que sí podemos elegir. La ira nace del juicio que nos formamos acerca de una situación. Séneca dice que ese juicio suele ser el siguiente: “Necesito vengarme porque he sido ofendido”. Podemos tenerlo ya tan arraigado, puede ser tan habitual en nosotros, que ni siquiera seamos conscientes de que se trata de un juicio, no de un hecho objetivo; pero si analizamos nuestra mente tal como nos enseñó a hacer Sócrates, veremos las creencias que han generado nuestras pasiones, y decidiremos si las aceptamos o no. 

Investiguemos cuáles son las causas que nos irritan
Séneca propone técnicas de gestión de la ira a corto y a largo plazo. El primero de los trucos a corto plazo es conocer los desencadenantes: “Investiguemos cuáles son las causas que nos irritan más (…) No todos son vulnerables por el mismo lado. Conveniente es, pues, que conozcas tu punto débil para protegerlo más que los otros”. En segundo lugar, cuando empieces a verlo todo rojo, pide un “tiempo muerto”, como dicen los expertos en gestión de iras. “El remedio más eficaz de la ira es el tiempo, escribe Séneca, que enfría su primer ardor y disipa o al menos esclarece la nube que oscurece el ánimo”. En tercer lugar, procura sonreír, en vez de poner mala cara. “Que se dulcifique nuestro rostro, suavícese la voz y sea tranquilo nuestro paso; el interior se conformará poco a poco con el exterior”.

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