jueves, 7 de septiembre de 2017

La herencia espiritual de Lutero.

En su reunión con los luteranos alemanes en Maguncia, el 17 de noviembre de 1980, Juan Pablo II les dijo: “Recuerdo en estos momentos la llegada de Lutero a Roma en los años 1510-1511 para visitar las tumbas de los príncipes de los apóstoles como peregrino, pero también como hombre que buscaba e inquiría. Hoy llego hasta vosotros para hallar la herencia espiritual de Lutero. Vengo como peregrino. Con este encuentro, dentro de un mundo que cambia, vengo a poner un signo de unión”.


El núcleo de la teología luterana que el futuro Reformador afirmaba con fuerza y claridad, en una carta de 1516: “Por lo tanto, mi querido hermano, aprende la lección de Cristo, y del Cristo crucificado. Aprende a cantarle y, desesperando de ti, a decirle: “Tú, Señor, eres mi justicia y yo soy tu pecado. Tú has tomado lo que es mío y me has dado lo tuyo. Tú has asumido lo que tú no eras y me has dado lo que yo no era”. Ten cuidado de no aspirar jamás a tal pureza que ya no puedas considerarte pecador, porque Cristo no vive más que entre los pecadores. Sólo en Él y en una absoluta desconfianza en ti mismo hallarás la paz”.

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