sábado, 23 de septiembre de 2017

¿Por qué aumenta el tráfico de chicas para su prostitución?

Si vivimos en una sociedad igualitaria, ¿por qué hay varones que matan a las mujeres?, ¿por qué las escalofriantes cifras de malos tratos?, ¿por qué aumenta el tráfico de chicas para su prostitución por quince, treinta euros el cliente en nuestras sociedades igualitarias? Entre todos los hechos que no casan, elegimos los temas de la violencia y la
Celia Amorós
prostitución porque, como ha señalado Celia Amorós con su habitual clarividencia para percibir y sistematizar por dónde se estrechan y renuevan los pactos patriarcales, el cuerpo de las mujeres es el libro abierto en que se inscriben las reglas de dichos pactos. Y en ese libro hoy se escribe la violencia contra sus cuerpos como violencia física y como cuerpos permanentemente expuestos para su alquiler o venta con fines sexuales. Cuando se unen ambos tipos de escritura, hablamos de violaciones.

Trata de blancas ( Sorolla).
Dice Ana de Miguel que el manto de hipocresía y silencio que encubre a los puteros, los clientes, y la amplia legitimidad y aceptación social del fenómeno como algo inevitable, cuando no relacionado con la alegría de vivir y la transgresión moral antiburguesa. Sin embargo, en los
Ana de Miguel
últimos planteamientos se está imponiendo con fuerza el tema de pensar, investigar y conceptualizar a los clientes, condición necesaria de la existencia de burdeles, que a menudo son varones casados y padres de familia. Y ya se sabe que, cada vez más, se intenta captar a los chicos jóvenes con publicidad en los periódicos o Internet y a través de despedidas de solteros y viajes programados por agencias con prostitutas incluidas. La práctica de la prostitución refuerza la concepción de las chicas/mujeres como cuerpos y trozos de cuerpos de los que es normal disponer y que ni siquiera suscitan el interés de preguntarse cómo o por qué están ahí. El hecho de que los varones busquen y encuentren placer sexual en personas que obviamente no les desean en absoluto es, sin duda, una importante materia de reflexión sobre el abismo que se abre bajo la aparente igualdad y reciprocidad en las expectativas
y vivencias sobre la sexualidad. Esta despersonalización de seres humanos, a veces muy jóvenes y en su mayoría inmigrantes de todas las etnias y países empobrecidos, supone, aparte de la inmoralidad que pueda significar, la reproducción activa de las identidades más arcaicas y conservadoras del patriarcado: por un lado están las mujeres madres y esposas e hijas y por otro las putas, las mujeres que al no ser de ninguno pueden ser de todos, las célebres mujeres públicas.

Nada de lo que concierne a las relaciones entre varones y mujeres es inevitable, por lo que menos lo va a ser una práctica que aún hoy continúan ejerciendo casi en exclusividad los varones a costa de la pobreza, la desesperación y en definitiva la precaria situación estructural de las mujeres en el mundo.

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