jueves, 8 de diciembre de 2016

La conquista islámica.

Desde Tarifa.
Se cuenta que hacia octubre del año 709 algunos hombres de Don Julián hicieron una incursión al otro lado del Estrecho para demostrar a los musulmanes la riqueza del botín que podría obtenerse. En julio del año 710 una partida de cuatrocientos musulmanes, encabezados por su jefe, Ṭarīf, desembarcó en la punta más meridional de España, al oeste de Gibraltar, en el lugar que hoy se llama Tarifa. Esta operación de reconocimiento dio buen resultado, y los musulmanes quedaron lo suficientemente satisfechos como para organizar una expedición en gran escala al año siguiente. Unos siete mil hombres fueron transportados a un punto inmediato a Gibraltar en naves suministradas por Don Julián.
El final de Don Rodrigo. Ataque musulman 

Los musulmanes habían sido reforzados por un contingente de cinco mil hombres, mientras que, al parecer, algunas de las tropas de Don Rodrigo que no le eran afectas se retiraron del campo de batalla. El resultado fue una victoria concluyente de los musulmanes. Don Rodrigo murió en la batalla o, en todo caso, desapareció. Esta victoria derrumbó la organización central del reino visigodo. Hubo aún alguna resistencia, pero sólo de carácter local o regional.

Montgomery Watt cuenta que la debilidad del reino visigodo puede atribuirse a tres factores principales: las divisiones entre las clases elevadas acerca de la sucesión del reino; el descontento de los demás sectores sociales ante los privilegios de las clases superiores, y, por tanto, la dudosa fidelidad del ejército; y, finalmente, la persecución contra los judíos.
Estatua de Don Pelayo en Covadonga.
La historia, un tanto legendaria, de la derrota en Covadonga de una fuerza musulmana (acompañada por el metropolitano de Sevilla) por el príncipe Pelayo puede fecharse en el 718 o bien entre el 721 y el 726. Aparte de este hecho, hasta el reinado de Alfonso I de Asturias, entre el 739 y el 757, no existen datos de nuevos acontecimientos. Alfonso I reconquistó gran parte del noroeste de España y de Portugal; puede que incluso llegara a expulsar a los musulmanes de casi una cuarta parte de la Península Ibérica, aunque no todo el territorio fuera ocupado por los seguidores del rey Alfonso. Una parte quedó prácticamente deshabitada: las “marcas”.


Victoria de Carlos Martel en Tours 
Las victorias de Carlos Martel en el 738 demostraron que la expansión a lo largo del valle del Ródano también había dejado de ser posible o deseable. Sin embargo, todas estas expediciones a Francia eran una continuación directa de la política que había impulsado el avance de los musulmanes a través del norte de África y España. Aunque las motivaciones personales de algunos de los expedicionarios fueran religiosas y aunque los factores religiosos puedan haber influido en la estrategia general, el objetivo inmediato de las expediciones era el saqueo, dice Montgomery Watt. Los musulmanes buscaban sobre todo regiones en las que se pudiera obtener con facilidad un botín abundante. Estaban dispuestos a luchar, incluso a luchar encarnizadamente, pero sólo hasta cierto punto, explica Montgomery. Si el avance en una determinada dirección implicaba una lucha intensa y prolongada y el botín no compensaba los esfuerzos necesarios para su obtención, se enviaban nuevas expediciones de tanteo en otras direcciones. La victoria de Carlos Martel en Tours había probado que la fuerza de éste era ya lo bastante grande como para que aquella línea de avance no fuera ya lucrativa; y los ataques posteriores de Martel contra Narbona mostraron que el avance hacia Francia no ofrecía ya perspectivas provechosas.

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