jueves, 1 de diciembre de 2016

El triunfo del fascismo dependió del absoluto descrédito de la autoridad del estado.

El otro día pude escuchar a un tertuliano televisivo que la llegada del fascismo a la Europa del siglo XX se debió a la crisis económica que existía en esos momentos en el continente. Pues bien, manifestaría que esta afirmación no coincide con la realidad histórica. 
Mussolini y Hitler 
No existió una correlación directa entre la Depresión y las posibilidades de éxito de la derecha radical. Bien es cierto que la crisis provocada por la Gran Depresión condujo al triunfo de Hitler. Pero Mussolini había llegado al poder en Italia casi una década antes de la crisis, mientras que en algunos países el fascismo surgió sólo cuando la Depresión había empezado a remitir. Además, otros países (en particular Gran Bretaña y, fuera de Europa, Estados Unidos), pese a sufrir gravemente la Depresión, no produjeron ningún movimiento fascista significativo. Sólo donde las tensiones sociales y políticas creadas por la Depresión interactuaron con otros factores destacados, el resentimiento por la pérdida de territorio nacional, el miedo paranoico a la izquierda, el rechazo visceral a los judíos y otros grupos marginales, y la falta de fe en la capacidad de la política partidista fragmentada de empezar a poner las cosas en su sitio, se produjo efectivamente un colapso del sistema, que allanó el paso al advenimiento del fascismo.


El triunfo del fascismo dependió del absoluto descrédito de la autoridad del estado, de unas elites políticas débiles que ya no podían garantizar un sistema que operara según sus intereses, de la fragmentación de la política de partidos y de la libertad de construir un movimiento que prometía una alternativa radical.

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