domingo, 19 de agosto de 2018

Pan de vida.

Mana pueblo de israel

Cuenta Benedicto XVI que los contemporáneos de Jesus entendían la salvación desde un punto de vista puramente material, el del bienestar general, y con ello rebajaban al hombre y, en realidad, excluían a Dios. Pero si veían el maná sólo desde el punto de vista del saciarse, hay que considerar que éste no era pan del cielo, sino sólo pan de la tierra. Aunque viniera del cielo era alimento terrenal; más aún, un sucedáneo que se acabaría en cuanto salieran del desierto y llegaran a tierra habitada. Pero el hombre tiene hambre de algo más, necesita algo más. El don que alimente al hombre en cuanto hombre debe ser superior, estar a otro nivel. ¿Es la Torá ese otro alimento? En ella, a través de ella, el hombre puede de algún modo hacer de la
voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34). Sí, la Torá es pan que viene de Dios; pero sólo nos muestra, por así decirlo, la espalda de Dios, es una sombra. “El pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6, 33). Como los que le escuchaban seguían sin entenderlo, Jesús lo repite de un modo inequívoco: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed” (Jn 6, 35). La Ley se ha hecho Persona. En el encuentro con Jesús nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el pan del cielo.

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