martes, 9 de octubre de 2018

Nacimiento del científico.

Según cuenta  H. Pulte, en el siglo XIX el “científico” (palabra que en inglés se acuñó en 1834) se convirtió en un tipo social independiente, que, pese a solaparse en más de un punto con los “eruditos” o los “intelectuales” (palabra de nuevo cuño en el siglo XIX), no se confundía con ellos. La ciencia en su conjunto se diferenció con más claridad que nunca de la filosofía, la teología y otras ramas del saber tradicional. Hacia mediados del siglo XIX, los científicos compartían un concepto de ciencia que renunciaba a la vieja “aspiración a la estricta generalidad, necesidad incondicional y verdad absoluta” y pasaba a hacer hincapié en el carácter reflexivo del saber, su validez condicional, intersubjetividad y autonomía en el seno de un sistema social específico de las ciencias.


 Louis Pasteur, uno de los grandes científicos del siglo XIX.
En vísperas de la primera guerra mundial, en muchos países ya había madurado institucionalmente el sistema moderno de las ciencias, en lo esencial según se lo conoce aún hoy, dice el historiador Jürgen Osterhammel. La ciencia también se convirtió en la profesión de un número inaudito de personas. Hacia 1910 se vivía de la ciencia. El aficionado había cedido el terreno, en múltiples campos, al especialista. Ya nadie podía obtener reconocimiento como científico diletante, como el Goethe que también estudió morfología, anatomía y los colores.


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