sábado, 27 de octubre de 2018

Las conclusiones dostoyevskianas son comienzos.

Fyodor Dostoevsky.
Los demonios, como locos furiosos, se arrojan al mar y perecen todos. Pero el enfermo se cura. Stepan Trofimovich evoca este milagro en el momento de su muerte: “El enfermo se curará y se sentará a los pies de Jesús… y todos lo mirarán con asombro…”. El texto no se aplica únicamente a Rusia sino al propio moribundo. Stepan Trofimovich es ese enfermo que cura en la muerte y al que la muerte cura. Stepan se ha dejado llevar por la oleada de escándalos, de crímenes y de delitos que inunda la ciudad. Su fuga se arraiga en la locura general pero cambia de significación tan pronto como es emprendida. Es un retorno a la tierra materna y a la luz del día. Su vagabundeo conduce al anciano a un miserable camastro de pensión donde la vendedora ambulante de evangelios le lee el texto de san Lucas, cuenta René Girard. El moribundo percibe la verdad en el relato de los demonios de Gerasa. Así pues, podemos decir que el orden sobrenatural nace del desorden supremo. Cuanto más se aproxima Stepan a la muerte más se aleja de la mentira: “Amiga mía, he mentido toda mi vida. Hasta cuando decía la verdad. Nunca he hablado por amor a la verdad, sino por amor a mí mismo; esto ya lo sabía antes pero sólo ahora lo veo”. Stepan pronuncia unas palabras que contradicen claramente sus antiguas ideas. El apocalipsis no quedaría completo sin una cara luminosa. En la conclusión de Los Demonios hay dos muertes antitéticas. Una muerte que es extinción del espíritu y una muerte que es espíritu; una muerte que sólo es muerte, la de Stavroguin, y una muerte que es vida, la de Stepan Trofimovich. Este doble desenlace no es excepcional en la obra de Dostoyevski, dice Girard. Reaparece en Los hermanos Karamazov donde se oponen la locura de Iván Karamazov y la conversión redentora de Dimitri. Reaparece en Crimen y castigo donde se oponen el suicidio de Svidrigailov y la conversión de Raskolnikov. La vendedora ambulante de evangelios que vela junto a Stepan juega un papel más desvaído pero análogo al de Sofía. Es una mediadora entre el pecador y el texto sagrado. Raskolnikov y Dimitri Karamazov no mueren físicamente pero no por ello dejan de resucitar. Todas las conclusiones dostoyevskianas son comienzos. Se inicia una vida nueva, entre los hombres y en la eternidad…



Añade Girard que en el Quijote la agonía del héroe se asemeja mucho a la de Stepan Trofimovich. La pasión caballeresca nos es presentada como una auténtica posesión de la que el moribundo se ve afortunada pero tardíamente liberado. Su lucidez reconquistada permite a Don Quijote, como a Stepan Trofimovich, repudiar su existencia anterior. "Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma". El desengaño español tiene el mismo sentido que la conversación dostoyevskiana, concluye Girard.

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