domingo, 21 de octubre de 2018

La cultura de Europa no podrá sobrevivir a la desaparición de la fe cristiana.


T.S. Eliot expresa un mensaje de extraordinaria importancia: “La fuerza dominante en la creación de una cultura común entre pueblos que tengan culturas distintas es la religión. Os ruego que no cometáis el error de anticipar el sentido de lo que pretendo decir. No es ésta una conversación religiosa, ni me dispongo a convertir a nadie. Me limito a constatar un hecho. No me interesa mucho la comunión de los cristianos creyentes en nuestros días; estoy hablando de la tradición común cristiana que ha hecho que Europa sea lo que es, y de los elementos culturales comunes que esta cristiandad ha llevado consigo. Si mañana Asia se convirtiera al cristianismo, no por esto sería parte de Europa. En la cristiandad se han desarrollado las artes. En ella han tenido sus raíces las leyes de Europa hasta tiempos recientes. Y es sobre un trasfondo cristiano donde todo nuestro pensamiento adquiere significado. Un ciudadano europeo
puede no creer que la fe cristiana sea verdadera, y sin embargo todo lo que dice y hace nace de la cultura cristiana de la que es heredero, y de la que extraerá el significado. Solamente una cultura cristiana pudo producir un Voltaire y un Nietzsche. No creo que la cultura de Europa pueda sobrevivir a la desaparición completa de la fe cristiana. Y estoy convencido de ello no sólo como cristiano, sino como estudioso de la biología social. Si el cristianismo desaparece, desaparece toda nuestra cultura. Y entonces deberéis recomenzar dificultosamente desde el principio y no podréis adoptar una cultura ya hecha. Deberéis esperar que crezca la hierba para que alimente a las ovejas que darán la lana con la que se hará vuestro nuevo vestido. Deberéis atravesar muchos siglos de barbarie. No viviremos para ver la nueva cultura, ni siquiera nuestros nietos, ni sus nietos: y aunque pudiéramos verla, ninguno de nosotros sería feliz en ella. Debemos muchas cosas a nuestra herencia cristiana, además de a la fe religiosa. A través de ella recorremos la evolución de nuestras artes, a través de ella nos ha llegado nuestra concepción de la ley romana que ha dado forma al mundo occidental, y nuestra concepción de la moralidad pública y privada, y nuestros modelos literarios comunes se encuentran en la literatura de Grecia y de Roma. El mundo occidental tiene su unidad en esta herencia, en el cristianismo y en las antiguas civilizaciones de Grecia, de Roma y de Israel, a las que, a través de dos mil años de cristianismo, se remontan nuestros orígenes. No me
extenderé más sobre este punto. Lo que quiero decir es que esta unidad en los elementos comunes de la cultura es, desde hace muchos siglos, el auténtico vínculo entre nosotros. Ninguna organización política y económica, por muy buena voluntad que quiera imponer, puede sustituir lo que ofrece esta unidad cultural. Si disipamos nuestro patrimonio común o nos desprendemos de él, ninguna organización o proyecto salidos de la mente más ingeniosa podrá ayudarnos ni contribuirá a unirnos”.

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