miércoles, 10 de octubre de 2018

Deserciones entre las filas milicianas.

En sus diarios de guerra, Azaña recuerda una conversación con Prieto sobre la escasa fiabilidad de los reclutas forzosos. La anotación es del 29 de junio de 1937, cuando sólo se habían llamado a filas a seis de los veintiséis reemplazos movilizados en la zona gubernamental. Los llamamientos forzosos, le decía Prieto al presidente de la República, nos dan gente poco de fiar. A estas alturas, los que no se han alistado voluntariamente, o son enemigos, o van a la fuerza. Se producen muchas deserciones. También continúan desertando oficiales. Ultimamente se han marchado dos del propio ministerio de la Guerra.

A la vista de los miles de enemigos que se entregan a sus fuerzas, el ejército franquista da instrucciones para que se respeten las vidas de prisioneros y desertores. El 9 de abril, el jefe del Ejército del Norte, general Dávila, hace llegar una orden en tal sentido al Cuerpo de Ejército Marroquí: “El grado de derrumbamiento del “Ejército Rojo” hace que sus Jefes establezcan ametralladoras a su retaguardia para
evitar los frecuentes y desordenados repliegues de sus fuerzas. En el frente de Huesca se vio como las armas automáticas ametrallaban y hacían volver a sus posiciones los contingentes en repliegue. Por consiguiente es necesario hacer llegar a la convicción de las tropas al mando de V.E. que 1.º- Los que combaten en las filas rojas hoy, son en sus tres cuartas partes afectos a la Causa Nacional. 2.º- Combaten a la fuerza obligados por el terror rojo. 3.º- Sólo esperan una ocasión para huir o pasarse a nuestro campo. Por todo ello, es indispensable extremar el buen trato y humanitarismo con los prisioneros españoles rojos, evitando que un disculpable rencor en el calor de la batalla pueda arrastrar a las tropas a extremismo contrarios al interés de la Causa. Otro proceder, aparte de inhumano, traería como consecuencia el desprestigio de la Causa Nacional y que las fuerzas rojas se batiesen a la desesperada al saber que su entrega acarrearía la muerte inmediata. Aquellos Jefes o milicianos que hayan cometido crímenes o sean responsables de delitos, pasan constantemente por los Tribunales que discriminan su responsabilidad y ejercen con toda urgencia la justicia”.


Explica el historiador Pedro Corral que no faltaron tampoco, y desde muy temprano, las amenazas directas para evitar las deserciones entre las filas milicianas, lo que desmiente la legendaria imagen de aquellos primeros voluntarios de la libertad. Un ejemplo notable es el anuncio publicado en la portada del periódico El Socialista, órgano del PSOE, el 30 de septiembre de 1936. Junto a la figura de un miliciano que cae abatido por un fusil que le dispara por la espalda, se lee la consigna: “Soldado de la Milicia. Al desertor que huye, ¡pena de muerte!”. Esta incitación a los milicianos a que asesinaran por la espalda a sus propios compañeros, llevaba el sello del Secretariado de Propaganda de las Juventudes Socialistas Unificadas, lideradas por Santiago Carrillo.

El mismo periódico publicó una breve columna, el 1 de noviembre, bajo el título de “Consejos útiles para los milicianos que luchan en los frentes”. En este artículo se hacía una interpretación letal de la ley de probabilidades para quien decidiera darse la vuelta en medio de un asalto propio o del enemigo: “Miliciano desertor del frente: Huyes ante el enemigo por el temor de que una bala te mate. Has de saber que de cada cinco mil balas disparadas, sólo una hace blanco. En cambio, si desertas ante el enemigo, el Gobierno puede fusilarte por traidor. Qué prefieres: ¿la inseguridad de que una de las cinco mil balas disparadas por el enemigo te hiera, o que te mate la única que dispara el pelotón de ejecución? La elección no es dudosa. ¡No huyas, pues, miliciano!”.

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