sábado, 22 de octubre de 2016

Cuando la culpa es haberse embriagado de palabras sangrientas.

Uno de los secretos de casi todas las revoluciones y el trágico destino de sus líderes; ninguno de ellos ama la sangre, y sin embargo se ven forzados a derramarla,cuenta Stefan Zweig. 

Desmoulins
Desmoulins exige desde su escritorio, entre espumarajos, un tribunal para los girondinos; pero cuando se sienta en la sala del juicio y oye pronunciar la sentencia de muerte sobre los veintidós que él mismo ha llevado ante el juez, se pone en pie de un salto, mortalmente pálido, tembloroso, y abandona la sala desesperado. Robespierre, cuya firma está al pie de miles de funestos decretos, ha combatido dos años antes la pena de muerte en la asamblea deliberante, y calificado la guerra de crimen; Danton, aunque creador del mortal tribunal, grita desde su alma consternada la desesperada frase: “Mejor ser guillotinado que guillotinar”. Incluso Marat, que en su periódico pide públicamente trescientas mil cabezas, trata de salvar a cada individuo en cuanto va a ir a parar bajo la hoja. 
Georges Danton
Todos ellos, presentados después como bestias sanguinarias, como apasionados asesinos que se embriagan con el olor de los cadáveres, todos ellos aborrecen en lo más íntimo,exactamente igual que Lenin y los líderes de la Revolución rusa,toda ejecución; al principio, sólo quieren tener en jaque a sus adversarios políticos con la amenaza de la ejecución; pero la semilla de dragón del crimen brota compulsivamente de la aprobación teórica del mismo. 


La culpa de los revolucionarios franceses no es haberse embriagado de sangre, sino de palabras sangrientas; cometieron la necedad, únicamente para entusiasmar al pueblo y certificarse a sí mismos su propio radicalismo, de crear un argot que goteaba sangre y fantasear sin interrupción acerca de traidores y cadalsos. Pero luego, cuando el pueblo, embriagado, borracho, poseído por esas palabras desoladas y excitantes, exige realmente las enérgicas medidas anunciadas como necesarias, a los caudillos les falta el valor para negarse.

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