jueves, 6 de octubre de 2016

Cuando pensamos de una manera automática, la mente acepta todo lo que le llegue.

Cuando pensamos de una manera natural, automática, la mente está preprogramada para aceptar todo lo que le llegue. Primero creemos, y si dudamos lo hacemos después. Dicho de otro modo, es como si, de entrada, el cerebro viera el mundo como un test del tipo verdadero/falso donde la respuesta por defecto siempre es verdadero. No hace falta esfuerzo alguno para seguir dándolo todo por verdadero, pero pasar a darlo por falso exige vigilancia, tiempo y energía.

Maria Konnikova
Cuando la mente se enfrenta a muchas exigencias al mismo tiempo no puede abarcarlas todas y el proceso de verificación es una de las primeras cosas de las que prescinde, dice la escritora Maria Konnikova. Cuando sucede esto nos quedamos con creencias sin comprobar y más adelante las podemos recordar como verdaderas cuando en realidad son falsas.

recuerdo

Si realmente queremos recordar algo deberemos dedicarle una atención especial, decirnos a nosotros mismos “quiero acordarme de esto” y, si es posible, solidificar el recuerdo cuanto antes hablando de él con otra persona (y si no hay nadie a quien contarlo lo repasamos mentalmente varias veces: la cuestión es repetirlo para que se consolide). Y esta consolidación aún será más firme si manipulamos el recuerdo, si jugueteamos con él en el sentido de hacer que cobre vida mediante palabras y gestos.
Daniel Gilbert

La teoría del psicólogo Daniel Gilbert, según la cual creemos lo que vemos, pero llevada más lejos: creemos lo que queremos ver y lo que nuestro desván decide ver, el cerebro codifica esta creencia en lugar de los hechos, y luego creemos que hemos visto un hecho objetivo cuando, en realidad, lo que recordamos no es más que nuestra percepción limitada en ese momento dado. Olvidamos separar la situación objetiva de su interpretación subjetiva.

Francis Bacon
Como dijo el filósofo Francis Bacon, “una vez expresada y establecida una proposición, el entendimiento humano fuerza todo lo demás para añadirle apoyo y confirmación”. La plena objetividad no se puede lograr, pero debemos ser conscientes de hasta qué punto nos podemos desviar para poder obtener una imagen global de una situación dada. Fijar unos objetivos de antemano con la mayor claridad nos ayuda a dirigir adecuadamente nuestra atención. Pero eso no debe ser excusa para reinterpretar unos hechos objetivos con el fin de que encajen con lo que queremos o esperamos ver. La observación y la deducción son dos pasos separados y distintos: en realidad, ni siquiera van uno detrás del otro.

Vemos, juzgamos, y ya no le damos más vueltas. Cuando describimos a una persona, un objeto, una escena, una situación o una interacción, casi nunca los vemos como simples entidades objetivas, carentes de valor. Y casi nunca consideramos esta distinción porque casi siempre carece de importancia. Hay pocas mentes que hayan aprendido a separar los hechos objetivos de la interpretación inmediata, inconsciente, automática y subjetiva que sigue después.


observar
Pero cada vez que nos encontremos haciendo un juicio inmediatamente después de observar, y aunque no creamos que lo estemos haciendo y todo parezca tener sentido, hagamos un alto y digámonos: Puede haber algún fallo en mi interpretación. Volvamos luego a exponerla desde el principio y de una manera diferente. En voz alta o por escrito, no mentalmente. Así podremos evitar muchos errores de percepción.

Cuando la mente se enfrenta a muchas exigencias al mismo tiempo no puede abarcarlas todas y el proceso de verificación es una de las primeras cosas de las que prescinde

creemos lo que queremos ver y lo que nuestro desván decide ver

No hay comentarios:

Publicar un comentario