martes, 11 de octubre de 2016

Intelectuales en el siglo XVI y XVII.

Aula Fray Luis de León. Universidad de Salamanca
El incremento del número de estudiantes durante el siglo XVI y la primera parte del XVII se debió, entre otras razones, a la nueva función asumida por la universidad como institución donde se formaba el clero destinado a las parroquias y también a la creciente demanda por parte de los gobiernos de funcionarios con estudios de derecho.
Vista de Nápoles (1647)
A mediados del siglo XVII, la oferta de estudiantes empezó a superar la demanda de sus servicios y un número importante de graduados comenzó a ver frustradas sus aspiraciones. En Nápoles, los estudiantes tomaron parte en la famosa revuelta contra España en 1647-1648. En cierta ocasión, trescientos estudiantes armados desfilaron por las calles en protesta contra el aumento de las tasas de los doctorados. En el caso de Inglaterra, se ha llegado a sugerir que estos intelectuales alienados fueron, en parte, los responsables de la Revolución inglesa.


A partir, aproximadamente, de 1700 fue posible ejercer profesiones intelectuales distintas de las de profesor o escritor, por ejemplo, como miembros asalariados de determinadas organizaciones dedicadas al acopio de conocimientos, concretamente las Academias de Ciencias fundadas y financiadas en París, Berlín, Estocolmo y San Petersburgo, aun contando con que los limitados fondos de que se disponía obligaban a los interesados a complementar sus sueldos con otro tipo de empleo. Al margen que a estos hombres podamos calificarlos de científicos, término acuñado en el siglo XIX, la génesis de este grupo representó seguramente un momento significativo en la historia de la intelectualidad europea. Algunos miembros del grupo escogieron su ocupación prefiriéndola conscientemente a la carrera universitaria tradicional.

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