viernes, 3 de junio de 2016

Hay un estilo de vida adecuado para un chimpancé y un estilo de vida adecuado para un ser humano.

En el suplemento dominical de un periódico de provincias se equiparaba al ser humano con otras especies zoológicas de este planeta.
La filosofía de la Grecia clásica.
Ya la filosofía de la Grecia clásica decía que había un estilo de vida adecuado para un chimpancé y un estilo de vida adecuado para un ser humano. Dotado de razón, el ser humano no está condenado a actuar por mero instinto. Es capaz de reflexión moral, una facultad de la que carecen aun los más inteligentes especímenes del reino animal. Si el ser humano no ejerce esta facultad, entonces nunca vive a la altura de su propia naturaleza. 
Si no reflexiona ni evalúa con rigor moral su propio comportamiento, ¿de qué le sirve ser humano?Cuando el principio rector de la vida es hacer aquello que produce placer inmediato, el hombre no es, en cierto sentido, distinto de una bestia.
Seneca
Seneca.
Incluso la Roma clásica percibía la degradación que estaba sufriendo la especie humana: “Qué cosa tan despreciable es el hombre,escribió Seneca, cuando no logra elevarse por encima de su condición humana”.
Thomas Woods escribe que la Iglesia Católica pone como ejemplos a los santos, quienes demostraron que es posible llevar una vida de heroica virtud cuando los seres humanos se permiten disminuir a fin de que Cristo pueda aumentar.
Thomas Woods

La razón que los sacerdotes católicos, sigue diciendo Thomas Woods, aconsejan que cuando se  tenga ganas de tomar un pastel se coma una zanahoria; no es porque los pasteles sean malos, sino porque si somos capaces de disciplinar nuestra voluntad cuando no está en juego un principio moral, estaremos mejor preparados cuando se presente la tentación, cuando realmente debamos elegir entre el bien y el mal. 
Elegir entre el bien y el mal. 
Y así como pecar resulta más fácil cuanto más nos acostumbramos al pecado, también así, dice Aristóteles, más fácil se vuelve esa vida de virtud cuando nos comprometemos con ella y la convertimos en un hábito.

Qué cosa tan despreciable es el hombre cuando no logra elevarse por encima de su condición humana

Cuando el principio rector de la vida es hacer aquello que produce placer inmediato, el hombre no es, en cierto sentido, distinto de una bestia.







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