lunes, 11 de abril de 2016

Niños transgénero

Universidad Johns Hopkins de Baltimore
La Universidad Johns Hopkins de Baltimore ha decidido poner fin a las intervenciones de cambio de sexo al descubrir en sus pacientes que el cambio de sexo no era en absoluto una solución a sus problemas.

Paul McHugh, ex jefe de servicio de psiquiatría de la clínica universitaria critica con palabras muy duras las terapias propedéuticas al cambio de sexo que se experimentan sobre niños en algunos centros de los Estados Unidos. No solo por el altísimo índice de suicidios entre los individuos que al final deciden someterse definitivamente a la operación, sino también porque según sólidos estudios de seguimiento “tanto en la Vanderbilt University como en la clínica Portman de Londres, cuando los niños que referían inclinaciones transgénero eran controlados sin terapias médicas o quirúrgicas, el 70-80 por ciento de ellos perdían espontáneamente sus inclinaciones”.

Doctor Paul McHugh
Según el psiquiatra de la Johns Hopkins, “los políticos y los medios de comunicación no hacen bien al público ni a las personas con sentimientos transexuales tratando su confusión como un derecho que hay que defender en lugar de hacerlo como un trastorno mental que necesita comprensión, tratamiento y prevención. 

El médico inglés Robert Lefever
El médico inglés Robert Lefever, un artículo en el periódico The Sun, ha recordado que el trastorno de identidad de género es reversible, mientras que el cambio de sexo no lo es. Y que si los adultos tienen posibilidades de elegir, los niños tienen pocas porque como todas las criaturas más pequeñas son fácilmente influenciables. No se puede tratar los trastornos como modas, subraya Lefever, y “tenemos que estar seguros de que tratamos al niño y no los problemas psicológicos de un padre insistentes”.


“Es un hecho que algunos diagnósticos se convierten en moda, casi en un distintivo de orgullo”, según el médico. Y cuando “los problemas emotivos de los padres se convierten en problemas físicos y psicológicos para sus hijos”, no nos puede satisfacer proponer como solución un bombardeo hormonal. Que es precisamente lo que parece defender el sistema sanitario británico cuando permite suministrar “fármacos que matan a las personas en cantidades que no serían nunca toleradas en otros tratamientos”, recuerda Lefever. 

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