domingo, 10 de abril de 2016

La Iglesia Católica defendió los derechos de los trabajadores.

Aun quedan investigadores que se olvidan de contar la historia tal como fue.Estuve leyendo una tesis doctoral prestada por un amigo de la Universidad Complutense y en ella se defendía, entre otras cosas, que los trabajadores en la llamada Revolución Industrial se encontraron defendidos por los partidos políticos que predicaban la “dictadura del proletariado”. Esto históricamente es incierto, ya que la Iglesia Católica defendió con toda contundencia sus derechos.

En 1.884 se fundó el Centro Internacional Católico para el estudio de las cuestiones sociales. Reúne a franceses, austríacos, alemanes, suizos, belgas e italianos, este centro,comúnmente llamado Unión de Friburgo,concluye con la necesidad de la intervención del Estado para reprimir los abusos en el empleo de la mano de obra. 

Para evitar que la competencia de los países en los que la libertad del trabajo no conoce límites aplaste a los países evolucionados, la Unión de Friburgo sugiere la institución de una legislación internacional del trabajo.

Ciudad de Friburgo. Suiza.
Además  la Unión de Friburgo preconiza, para cada profesión, una organización corporativa cuya dirección estaría en manos de unos consejos mixtos formados por sindicatos obreros y patronales, a los cuales el Estado daría un carácter público.

El Papa León XIII publica en 1.891 la Encíclica Rerum Novarum,en donde se proclama el derecho de los trabajadores a un salario justo, pidiendo la limitación de la duración del trabajo y reclamando condiciones especiales para mujeres y niños
León XIII.

Según el profesor Martina, Leoón XIII recogió e hizo propia las tesis de la Unión de Friburgo sobre la intervención estatal, sobre el aspecto personal y humano del salario y sobre el asociacionismo. Dejó claro algunos puntos fundamentales como salario y sindicalismo, reconoció la legitima intervención del estado aunque discutió sobre sus limites y dio el espaldarazo oficial al movimiento social cristiano.


Hay que recordar que el siglo XIX contó con la presencia de los dos grandes ideólogos estrellas del socialismo moderno. Me refiero a Karl Marx, quien murió en el año 1883 y a Federico Engels, contemporáneo del anterior, fallecido sólo cuatro años después de Rerum Novarum. 

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