sábado, 25 de noviembre de 2017

Vincent Van Gogh pensaba que nadie puede entender la pintura sin conocer la historia del pintor.

Paul Alexis leyendo a  Émile Zola
El pionero en exigir un arte “de carne y hueso”, en el que pintor y pintura se fundieran, fue Émile Zola. “Lo que yo busco ante todo en un cuadro es a la persona”, escribió Zola. Pero nadie más convencido de la importancia de la biografía del artista que el propio Vincent Van Gogh. “Es muy bello lo que dice [Zola] sobre el arte”, escribe en 1885: “Lo que busco en la obra de arte, lo que amo, es a la persona… al artista”. Nadie se interesaba más por las biografías de los artistas que Vincent van Gogh. Las coleccionaba en todos los formatos, desde el libro voluminoso hasta la leyenda, el cotilleo o la anécdota humorística. 

Autorretrato de Van Gogh
Tomando Van Gogh a Zola al pie de la letra examinaba cada cuadro, buscando indicios del “hombre tras el cuadro”. A comienzos de su carrera como artista, en 1881, le dijo a un amigo: “En general, pero sobre todo en el caso de los artistas, me fijo tanto en el hombre que crea la obra como en la obra en sí”. Para Vincent Van Gogh, su arte daba testimonio de su vida y era más sincero y revelador que la riada de cartas que siempre lo acompañaban. Plasmaba en su pintura, o eso creía él, tanto los momentos de “serenidad y alegría” como los de abatimiento y desesperación, cada desgarro se convertía en una desgarradora imagen, cada cuadro en un autorretrato. “Quiero pintar lo que siento y sentir lo que pinto” decía. Mantuvo esta convicción hasta el día de su muerte. Pensaba que nadie podría entender su pintura sin conocer la historia de su vida: “Yo soy mi obra”, afirmó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario