jueves, 30 de noviembre de 2017

La novela moderna nace del Lazarillo de Tormes

Milan Kundera
Milan Kundera ha propuesto dividir la historia de la novela moderna en dos tiempos. El primero, que abarcaría desde Cervantes hasta finales del siglo XVIII, se caracteriza sobre todo por la libertad compositiva, por la alternancia de narración y digresión (o, si se prefiere, de narración y reflexión) y por la mezcla de géneros; el segundo, que empezaría con la eclosión de la novela realista a principios del siglo XIX, se define por oposición al anterior: aunque se beneficia de la libertad absoluta de que Cervantes dotó al género, la rechaza en aras del rigor constructivo, igual que rechaza la digresión en aras de la narración; aunque se beneficia de la naturaleza plebeya, híbrida o mestiza de que Cervantes dotó a la novela, la rechaza en aras de la pureza, del estatus, de la nobleza largamente ansiada por el género. El primer tiempo es heredero directo y consciente de Cervantes; el segundo, sólo indirecto, y a veces inconsciente: de hecho, desprecia o ignora parte sustancial de su legado. Si la relación entre el primer tiempo y el segundo es, más que de oposición, de lucha, la victoria del segundo tiempo ha sido absoluta; por eso todavía a principios del siglo XXI podemos decir que el modelo novelesco del siglo XIX es el dominante en la novela; porque, como escribe Kundera, “el segundo tiempo no sólo ha eclipsado al primero, lo ha reprimido”. 

Lazarillo de Tormes
La novela moderna no nace con el Quijote sino con un librito  publicado cincuenta años antes del Quijote y mal conocido fuera de la tradición del español, el Lazarillo de Tórmes. La novela, dice Javier Cercas, cuenta la historia de un chico humilde que acaba como pregonero de Toledo, no es de autor anónimo, como suele decirse, sino apócrifo, el mismo protagonista del libro. En efecto, “el Lazarillo, escribe Francisco Rico, se publicó como si fuera de veras la carta de un pregonero de Toledo (por entonces estaba de moda dar a la imprenta la correspondencia privada) y sin ninguna de las señas que en el Renacimiento caracterizaban los productos literarios”; es decir, no era “un relato que inmediatamente pudiera reconocerse como ficticio, sino una falsificación, la simulación engañosa de un texto real, de la carta verdadera de un Lázaro de Tormes de carne y hueso”. De esa sostenida simulación de realidad nace la novela realista, la novela moderna. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario