miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cervantes y la libertad de conciencia.

Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid, por Francisco Rizi - Museo del Prado
La Inquisición era, contra lo que se cree hoy, popular. En primer lugar porque, cuando atacaba, lo hacía a una minoría selecta, totalmente desligada de la masa. Que fray Luis de León estuviera unos años en la cárcel podía molestar a unos estudiantes o colegas, pero el pueblo pensaba que, cuando lo habían hecho sus razones habría. La idea de que estaban en buenas manos, de que el rey por un lado y la Iglesia por otro, velaban por ellos, era típica del tiempo y, por ello, las restricciones consideradas necesarias. Ha dado tal vuelta el concepto que hoy se hace difícil comprender cómo en un capítulo del Quijote (II, 55) se diga que: “… llegué a Alemania y allí me pareció que se podía vivir con más libertad porque sus moradores no miran en muchas delicadezas; cada uno vive como quiere porque en la mayor
Cervantes.
parte della se vive con libertad de conciencia”. Eso era una crítica, por mucho que hoy  asombre. Porque quien tenía libertad de conciencia podía escoger el peor camino e ir al infierno. La teoría de que Cervantes decía eso porque era partidario de ella no es válida porque, en ese caso, no se hubiera atrevido a expresarlo tan claramente. Tanto él como el censor y el lector, interpretaron el hecho de tener libertad de conciencia no como un bien, sino como un mal. ¿Para qué poder elegir cuando se está en posesión de la única? 

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