miércoles, 8 de noviembre de 2017

La idea de Europa.

Es posible que el futuro de la idea de Europa dependa menos de unas subvenciones bancarias y agrícolas centrales, de la inversión en tecnología o de unos aranceles comunes de lo que nos han enseñado a creer. Es posible que la OCDE o la OTAN, la ulterior extensión del euro o de las burocracias parlamentarias según el modelo Luxemburgo no constituyan la dinámica primordial de la visión europea. O, si lo son, lo cierto es que esa visión no es precisamente como para entusiasmar al alma humana.

George Steiner opina que los odios étnicos, los nacionalismos chovinistas, las reivindicaciones regionalistas han sido la pesadilla de Europa. La limpieza étnica y el intento de genocidio en los Balcanes no son más que el ejemplo más reciente de una peste que llega hasta Irlanda del Norte, hasta Cataluña, hasta las divisiones entre flamencos y valones.

Y añade Steiner que no hay nada que amenace a Europa más radicalmente, “en las raíces”, que la detergente marea de lo angloamericano, una marea que aumenta geométricamente. El ordenador, la cultura del populismo y el mercado de masas hablan angloamericano desde los clubs nocturnos de Portugal hasta los emporios de comida rápida de Vladivostok. Europa, en verdad, perecerá si no lucha por sus tradiciones locales y sus autonomías sociales. Si se olvida de que “Dios está en el detalle”.

La “idea de Europa” está entretejida con las doctrinas y con
la historia del cristianismo occidental. Nuestro arte, arquitectura, música, literatura y pensamiento filosófico están saturados de valores y referencias cristianos. La alfabetización europea surgió de la educación cristiana.En numerosas partes de Europa, las iglesias se están quedando vacías. En el centro mismo de la Europa papal, en Italia, la tasa de natalidad está cayendo en picado. Unas seiscientas iglesias anglicanas han sido clasificadas como superfluas. ¿Qué gran voz teológico-cristiana habla ahora por la Europa educada? El ascenso del agnosticismo, si no del ateísmo, está iniciando un profundo cambio en la evolución milenaria de Europa.

Quienes conocen la Europa oriental de las décadas negras, o España en sus tiempos de austeridad, sabrán que la solidaridad y la creatividad humana pueden tener su origen en la relativa pobreza. No es la censura política lo que mata, es el despotismo del mercado de masas y las recompensas del estrellato comercializado.

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