martes, 28 de noviembre de 2017

La Segunda Guerra Mundial se ganó mediante el uso inteligente de una fuerza superior.

Lancaster
Cuenta el historiador británico Paul Kennedy que durante la Segunda Guerra Mundial dotar a la RAF de varios miles de Lancaster tenía poco sentido (como se quejó el primer ministro británico en septiembre de 1941) si el Mando de Bombardeo no era capaz de localizar sus objetivos. Construir miles de barcos mercantes no servía para ganar la guerra si no se encontraba la forma de derrotar a las grandes flotillas de submarinos de Dönitz en medio del Atlántico. Quintuplicar el tamaño del Cuerpo de Marines estadounidense servía de poco si no se podía encontrar un modo de desembarcar y avanzar en playas en poder del enemigo. Diez mil tanques T-34 eran simplemente un enorme montón de acero y cables hasta que alguien determinara cómo abastecerlos de gasolina, aceite y municiones. Uno se siente tentado de modificar la frase de Churchill para sugerir que la Segunda Guerra Mundial se ganó mediante el uso inteligente de una fuerza superior.

T-34
En este conflicto de grandes dimensiones, la distancia fue un elemento letal, o un factor decisivo de la victoria. Los sistemas bélicos de los aliados mejoraron drásticamente cuando estos empezaron a tomar plenamente en consideración este hecho. En consecuencia, uno no deja de sorprenderse ante la incapacidad de las potencias del Eje para ver la Segunda Guerra Mundial como un gigantesco tablero de ajedrez geopolítico, y, en consecuencia, para apreciar la importancia estratégica de un pequeño número de enclaves (bases) cruciales que otorgaban a su poseedor una desproporcionada ventaja operativa. El hecho de que el Cuartel General Imperial de Tokio pareciera renunciar a intentar tomar Hawái tras la batalla de Midway, cuando las fuerzas estadounidenses en el Pacífico eran todavía relativamente débiles, resulta asombroso.

El hecho de que Hitler no se hiciera con Gibraltar o, al menos, no persuadiera a Franco de que lo neutralizara,dice Paul Kennedy, fue otra importante deficiencia, explicada quizá por su obsesión con la ofensiva oriental. Y también lo fue la incapacidad germano-italiana de destruir las bases aéreas y navales británicas en Malta. De haberse bloqueado las Columnas de Hércules, con Argelia en manos de la
26 de Febrero de 1935 Hitler organiza la Luftwaffe
colaboracionista Vichy y Malta transformada en una gigantesca base de la Luftwaffe, ¿cuánto tiempo habría pasado antes de que cayera el propio Egipto? En conjunto, el Eje malgastó sus enormes ventajas iniciales avanzando en escenarios secundarios (los Balcanes, Birmania, el sur de China) y prestando mucha menos atención a los objetivos realmente cruciales. La estrategia de Hitler en el frente oriental posiblemente sea el ejemplo más notorio de todos. Avanzar al mismo tiempo hacia Leningrado, en el norte, Moscú, en el centro, y Stalingrado, el Donets y el Cáucaso, en el sur, era militarmente absurdo.

Isoroku Yamamoto
Los líderes concretos, o los altos mandos concretos, revelaron diferencias de estilo muy marcadas. En eso los japoneses se llevaron la peor parte. Con un líder divinizado al que se mantenía al margen de la toma de decisiones estratégicas serias y la autoridad delegada en el ejército y la marina, estos dos cuerpos (una vez que Yamamoto fue defenestrado en abril de 1943) exhibirían una rigidez y una solidaridad clánica que de ningún modo podían hacer frente a los imaginativos contraataques estadounidenses que se desarrollaban en el Pacífico. Hitler y Stalin eran, como han señalado muchos historiadores, muy similares en su obsesión por el control, con la diferencia crucial de que el líder soviético empezó a relajar su férreo control en cuanto comprendió que contaba con un equipo de generales de primera categoría trabajando para él, mientras que Hitler se fue volviendo cada vez más megalómano y paranoico, dejando muy poco margen de maniobra operativa a sus experimentados generales en campaña.

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