viernes, 3 de noviembre de 2017

Cuando nuestro planeta perdió su lugar privilegiado.

sistema heliocéntrico
Después de que Copérnico y Galileo defendieran y divulgaran el sistema heliocéntrico, el universo medieval se había roto en pedazos, y lo que antes era un cosmos finito cuyo centro estaba ocupado por la Tierra, que permanecía inmóvil, ahora se convertía en un universo de dimensiones incalculables en el que nuestro planeta orbitaba como uno más. El espacio se había multiplicado hasta llegar al infinito, y en él, la Tierra quedaba reducida a un punto insignificante en comparación con la inmensidad que la albergaba. Así, lo que antes se había considerado un hogar, había pasado a ser algo tan extraño como incomprensible. Nuestro planeta había perdido su lugar privilegiado, y con él, de forma inevitable, también el hombre. 

Este cambio de cosmovisión, es decir, de la manera de entender al hombre y su lugar en el universo, causó un verdadero impacto en la historia del pensamiento. Hay que
ponerse en el lugar de alguien de aquella época para hacerse una idea, siquiera aproximada, de lo que semejante cambio debió de suponer en la mentalidad de la época. Afirmar que la Tierra era un planeta más, arrancarla de su centro, hacernos girar alrededor del Sol a gran velocidad, fue una de las mayores heridas que la ciencia infligió al ego de la humanidad. Como señaló Nietzsche, entre otros, después de este acontecimiento el hombre ni fue el mismo ni aún se ha recuperado.

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