jueves, 23 de noviembre de 2017

Las actuales instituciones europeas se conducen como un poder jacobino.

Un pueblo de Europa.
Los que califican la Europa actual de Europa federal ponen de manifiesto que no tienen ni la menor idea de lo que es el federalismo, opina Alain de Benoist. El federalismo se basa en el principio de subsidiariedad, competencia suficiente y soberanía compartida. Una sociedad federal se organiza, no a partir de arriba, sino a partir de la base, recurriendo a todos los recursos de la democracia participativa. La idea general es que los problemas estén regulados al nivel más local posible, es decir, que los ciudadanos tengan la posibilidad de decidir concretamente sobre lo que les concierne, solo remontando a un nivel superior las decisiones que interesan a colectividades más extensas o que los niveles inferiores no tienen la posibilidad material de tomar. Un Estado federal es, pues, lo contrario de un Estado jacobino. Lejos de pretenderse omnicompetente y querer regular lo que pasa a todos los niveles, se define solamente como el nivel de
competencia más general, el nivel donde se trata exclusivamente lo que no puede tratarse en otra parte. Al querer inmiscuirse en todo (desde el diámetro de los quesos italianos, a la caza, a las aves migratorias en el Suroeste de Francia), al querer, no añadir, sino sustituir a las autoridades públicas de las naciones y las regiones, las actuales instituciones europeas, esencialmente burocráticas, se conducen, no como un poder federal, sino como un poder jacobino. Son, por añadidura, tan "ilegibles" para el ciudadano medio, que eligieron deliberadamente dar la prioridad a la ampliación de sus estructuras de competencia y no a la profundización de sus estructuras institucionales.

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