domingo, 19 de noviembre de 2017

En la guerra todo es sencillo, pero lo más sencillo resulta difícil.


La movilidad ha sido siempre la elección por defecto de los guerrilleros, porque no tienen acceso a los tipos de armamento pesado. El hecho de que redes de aficionados con una gran movilidad puedan confundir, o incluso derrotar, a un ejército profesional es la única cosa que ha impedido que los imperios determinaran por completo el curso de la historia. Si esto es algo positivo o no, depende de los aficionados, o los imperios, de que se trate en cada caso, pero de hecho significa que no se puede predecir el resultado de una guerra fijándose solo en los números. 

Los talibanes, cuenta Sebastian Junger, parecían tener un equivalente o una contramedida para todas y cada una de las ventajas tecnológicas de las que gozaban los estadounidenses. Si los helicópteros Apache tienen aparatos de visión termal que detectan el calor corporal sobre una ladera, los combatientes talibanes desaparecen cubriéndose con una manta sobre una roca caliente. Si los estadounidenses usan aviones robot para localizar al enemigo, los talibanes pueden hacer lo mismo observando las bandadas de cuervos que vuelan en círculos sobre los soldados estadounidenses buscando restos de comida. Si los norteamericanos disfrutan de una potencia de fuego virtualmente ilimitada, los talibanes envían a un solo hombre contra toda una base de artillería. Tanto si muere en el intento como si no, habrá conseguido atrancar toda la maquinaria durante un día más. “En la guerra todo es sencillo, pero lo más sencillo resulta difícil, escribió el teórico militar Cari von Clausewitz en la década de 1820. Las dificultades se acumulan y acaban produciendo una especie de fricción”.

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